Conferencia
ofrecida en El Ateneo de Montevideo, el 08 de junio de 2005.
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"Omar Jayyam y su Obra Literaria Robaiyyat"
Antes
que nada, les agradezco y aprecio mucho su interés por nuestra cultura,
al aportar su amable presencia en una noche tan fría. Esperamos
que las interpretaciones de algunos de los poemas de Omar Jayam, en las
voces cálidas y expresivas de Cecilia y Pablo de la Escuela Nacional
de Declamación, nos entonen y transporten en este recorrido por
el mundo de nuestro gran poeta.
El
pasado 18 de mayo fue el aniversario del nacimiento de Omar Jayyam, el
científico y poeta persa del siglo 12. Imprevisibles cambios de
agenda nos impusieron posponer este homenaje que con entusiasmo aún
mayor compartiremos hoy.
Sus
grandes obras en matemática, álgebra y astronomía
y sus aportes científicos son materia como para más de una
conferencia especializada. Pero hoy nos dedicaremos sólo a su obra
literaria el "Robaiyyat" que le ha dado un sitial entre los más
grandes genios de las letras.
Robaiyyat,
en persa quiere decir colección de robãíes. Lo más
cercano a la métrica original de estos poemas así llamados,
es una estructura de cuatro hemistiquios o líneas de verso, a la
que todos se ajustan. Pero los robãíes también deben
ajustarse a lo que podría llamarse una estructura temática,
que exige que en sus primeros tres hemistiquios presenten un argumento,
cuya solución o explicación estará contenida en el
cuarto. Esta condición que hace del robãí la forma
más compleja de la poesía persa, pasa desapercibida en la
poesía de Omar, que deslumbra por el color y vitalidad de sus escenas
y la fuerza y contundencia de su razonamiento.
Por
su contenido conceptual, algunos robãíes se podrían
describir como brevísimas parábolas. Tomemos, por ejemplo,
el que inspiró la ilustración de la cubierta de mi libro:
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117 |
A un taller
de alfarería fui ayer,
dos mil jarrones
vi: habladores y también callados;
de repente
un jarrón exclamó en alta voz:
¿dónde
están el alfarero, el comprador y el vendedor? |
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Los
tres primeros hemistiquios nos describen lo que parece la escena de una
fábula, cuya verdadera intención se nos revela en la trascendente
pregunta del cuarto hemistiquio. Los jarrones de arcilla, son la figura
literaria conque el sabio representa a los hombres, que como los jarrones
que salen de las manos del alfarero, son ignorantes de su origen y su fin.
El habla, que distingue a algunos, es un destello de alguna capacidad superior.
Los tres personajes restantes, el alfarero, el comprador y el vendedor,
son de más alto rango que los jarrones humanos y responden por la
creación y el destino. Y entre la multitud también se identifica
al mismo Jayyam, en apariencia sólo uno más, pero el único
entre todos capaz de gritar las grandes preguntas: ¿de dónde
venimos?, ¿a dónde vamos?.
La
rígida estructura temática, como decíamos, pasa desapercibida
detrás del impactante contenido conceptual, algo así como
lo que sucede con las maravillosas melodías de Juan Sebastián
Bach, que disimulan las complejas estructuras formales sobre las que fueron
compuestas.
Queda
por destacar la belleza de la rima, que en la traducción no fue
reproducida en favor de una óptima apreciación de la complejidad
y concisión de los valores conceptuales. En lengua persa, que realza
la poesía con sus armoniosas inflexiones tonales, el segundo y cuarto
hemistiquios deberán rimar con el primero. Veámoslo en la
versión persa del robãí anterior:
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La
figura de los jarrones representando seres humanos, tiene en Jayyam más
de un significado. Por ejemplo:
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15 |
Como yo, ese
jarrón era un apasionado amante,
enzarzado
en los cabellos de una dulce amada
y esta asa
que ves en su cuello,
es el brazo,
en torno al cuello de su amada. |
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Jayyam
nos recuerda que los humanos nos integramos a la tierra luego de la muerte,
y que eventualmente, esa tierra, será el barro que habrá
de moldear un artista alfarero. El jarrón ya no es una imagen literaria,
sino la realidad material en que se transformó el apasionado amante.
El asa interpretada como el brazo en torno al cuello de la amada, agudiza
la idea del inevitable efecto transformador de la muerte, y a la vez asigna
un valor trascendente a los sentimientos más puros, cuyo ademán
se percibe en las nuevas formas.
No
obstante haber sido un hombre de reconocida religiosidad, distingue claramente
entre la fe y la razón y así se pregunta lo que muchos no
supieron expresar ni en su tiempo ni después:
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34 |
En este círculo
de nuestras idas y venidas,
donde no es
evidente ni su inicio ni su fin,
nadie nos
dice ni una palabra acertada:
de donde venimos
y a donde vamos. |
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Es
el enunciado de un hecho, no una queja y menos un lamento. Sólo
la constatación de la realidad de nuestra existencia. Jayyam enseña
que la vida no es una tragedia, sino que es algo que tiene valor mientras
dura:_______
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47 |
Bebe vino,
que la vida eterna es esto,
es lo que
te otorga la juventud;
a la hora
de las flores, la bebida y los amigos alegres,
sé
por un momento feliz, que esto es la vida. |
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La
vida eterna, es beber vino, con un especial significado para el vino: es
lo que te otorga la juventud, de la que Goethe dijo: "... es la embriaguez
sin vino". La vida eterna de Jayam es la perpetua juventud. La vida real,
en cambio, es un instante de flores, bebida y alegría compartida,
y nos enseña que la debemos disfrutar.
La
embriaguez a la que se refiere Jayyam, sólo es una más de
las figuras literarias de la poesía sufí a la que repetidamente
alude, con el objeto de ilustrar el estado de plenitud y gozo con que aconseja
enfrentar la aparente monotonía de la vida. El Robaiyyat nos permite
comprender que en la mente de un hombre de su altura intelectual y científica,
no puede coexistir la lucidez que ilumina sus pensamientos con la confusión
afín al delirio de la embriaguez. Por otra parte, su insistente
consejo de cultivar los sanos disfrutes, lo muestra animado de una concepción
de la existencia humana, objetiva, sin expectativas que no pudiera justificar,
pero seguro de que el presente representa el gran tesoro que cada ser humano
recibe por el solo hecho de nacer.
Omar
Jayyam vio la luz alrededor del 1040 DC, en Neishabur, una ciudad pequeña,
que aún existe y se encuentra al noreste de la actual República
Islámica de Irán. Su entorno, había alcanzado el punto
más alto de su desarrollo cultural en esa época. La irrupción
del Islam, unos tres siglos antes, dio lugar a que se adoptara sus muy
eficientes procedimientos de enseñanza, en que las mezquitas tenían
acoplados centros de estudio equivalentes a las actuales universidades,
formando conglomerados que incluían bibliotecas y alojamientos para
profesores y estudiantes, aunque los edificios siempre se ajustaron a los
estilos arquitectónicos y constructivos persas. En los territorios
en que se extendió el Islam, el árabe se entronizó
como la lengua de la ciencia, en forma similar a lo que sucedía
con el latín, en los territorios centroeuropeos. Pero con una diferencia
fundamental: el latín era la lengua exclusiva de los eruditos, en
tanto que el árabe era, además, la lengua del pueblo. También
los persas hicieron ciencia en árabe, dando lugar a que muchos de
sus científicos fueran tomados por árabes, por ejemplo: el
gran matemático Abú Abdulah Mohammad Ebne-Musá
Jorazmí, que en español conocen como Al Guarismí,
quién impuso el número cero y de cuyo nombre derivó
el vocablo guarismo; o Abú Alí al-Hoséin Ebne Abdulah
Ebne Siná, el famosísimo médico, conocido por ustedes
como Avicena.
Sin
embargo, las profundas raíces de la cultura persa, asentada en la
belleza de sus artes y en las tradiciones, lograron que la influencia cultural
prevaleciente, fuera del invadido sobre el invasor, que adoptó los
estilos y lengua persa como propios. Así, a los tres siglos
de la irrupción del Islám, Jayyam encontró la lengua
Farsi adecuadamente madurada, con el aporte de grandes poetas predecesores,
como: Rudakí, reconocido como el Padre de la Poesía Persa
y Ferdosí con su monumento épico: El Shahnamé, o "Libro
de los Reyes". El Farsi, había evolucionado a partir del Pahlavi
o persa antiguo de la dinastía Sasánida, al que se agregó
el vocabulario propio del Islam. Y para nuestra fortuna, el Farsi permaneció
prácticamente incambiado hasta nuestros días.
Es
fácil de entender que una lengua con tan perdurable arraigo propiciara
un gran entusiasmo por el arte de la poesía, que contó a
los religiosos sufíes entre los más motivados. La práctica
sufí, que destaca la posibilidad de la comunicación con el
Creador por medio del éxtasis sensorial, desarrolló una simbología
poética propia, que luego fue adoptada como recurso estilístico
por otros poetas no sufíes. Los sufíes mencionan al vino,
para referirse al amor a Dios o nombran al ruiseñor para aludir
al alma humana. Jayyam emplea estos recursos estilísticos como una
extensión de los significados de los conceptos, pero no es un sufí.
Los sufíes creían que los seres vienen de Dios, viven por
Él y después de la muerte se llegan a fundir con Dios.
En cambio Jayyam nos dice, en su robaí Nº 36 de este libro:
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36 |
Entiende que
separado de tu alma te irás,
y tras
el velo de los misterios de la inexistencia, irás,
bebe
vino, porque no sabes de donde has venido …
alégrate,
porque no sabes a donde irás.
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Toca
nuevamente el tema de nuestro origen y destino, pero esta vez reflexionando
que no saber nada cierto sobre ambos también es algo que podemos
celebrar.
Bertrand
Russell, en su historia de la Filosofía Occidental, nos dice
que sólo conoció un hombre que fue poeta y matemático
a la vez refiriéndose a Omar. Imaginémoslo por un momento,
explicando sus pensamientos filosóficos, presentados con el rigor
de un matemático, mediante un lenguaje que toma "palabras símbolo"
de los estilos vigentes, para construir sus frases. Ya podemos empezar
a apreciar, porqué la comprensión del mensaje de Jayyam escapa
al alcance de aquellos hombres de letras, que interpretan los "no sé"
de Jayyam como producto de un temperamento depresivo y no consideran que
con ellos se manifiesta la esencia del científico. Recordemos, que
varios siglos antes de la más reciente definición de "conocimiento
científico" que propusiera Karl Popper, un proverbio persa decía:
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"Con la duda
se inicia la ciencia,
quien no duda
de nada no estudia nada,
quien no estudia
nada no descubre nada,
quien no descubre
nada es un ciego que seguirá siendo ciego." |
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Como
vemos, el "no sé", marca el punto inicial de una búsqueda
¡que lo abarca todo!, también "de dónde venimos y a
dónde vamos". Jayyam, el científico, no acepta las explicaciones
imaginativas de los iluminados:
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43 |
Nada sé,
de si el Hacedor
me creó
para el paraíso o el repulsivo infierno;
ante el cáliz
y la amada, y el ud en el campo,
tomo estos
que son seguros y te dejo la promesa del paraíso. |
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Pero
no por eso es pesimista, pues aunque parezca que su lógica implacable
nos despoja de toda ilusión, él destaca y eleva en nuestra
valoración la apreciación de la realidad presente, indiscutiblemente
nuestra, y nos enseña como practicar el arte de apoderarnos de ella
y disfrutarla. En el siguiente robãí nos ambienta en lo que
los persas llamamos el Noruz, que da inicio a la primavera:
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19 |
La cara de
la flor disfruta la brisa del Noruz
y cautiva
la presencia de la dulce amada en el jardín,
añorar
el pasado no es bueno,
sé
feliz y del ayer no hables, que el hoy es hermoso.
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Jayyam el científico,
tuvo la rara experiencia para su tiempo, de enfrentarse a un gran descubrimiento
y ese instante en que la nueva evidencia se apodera de la mente y nos atemoriza,
porque todo lo que se daba por hecho debe ser abandonado, quedó
plasmado así:
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128 |
El Sol
en el barro, esconder no puedo,
y los secretos
del mundo, decir no puedo;
del mar de
mi pensamiento, trajo la sabiduría
una perla
que de miedo, perforar no puedo.
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Me
gustaría finalizar con el robaí Nº 132, donde el excelente
vino es ahora el conocimiento, cuya constante adquisición ilumina
la vida del sabio y le ayuda a sobrellevar el peso del cuerpo. Este, por
un lado sugiere la vejez pero también la mayor experiencia, que
permite apreciar mejor el valor del saber. En los dos últimos hemistiquios,
Jayyam describe su vivo e insaciable interés por el estudio, de
cuyos frutos sobra evidencia:
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132 |
Yo sin excelente
vino, vivir no puedo,
sin vino,
llevar el peso del cuerpo, no puedo;
siempre anhelo
el momento en que saghí me dice:
toma una copa
más, y yo ya no puedo. |
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Muchas
gracias.
©
Parvín Zarazvand
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prohibida sin expresa autorización
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