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La
ciudad del mañana
Gérald
Tremblay
El
autor es el alcalde de Montreal.
"Nuestro
mayor desafío será mantener un equilibrio justo entre todas las fuerzas de la nueva
ciudad" - Gérald Tremblay
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Foto: Martin Chamberland,
La Presse |
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El
éxito de una gran metrópolis internacional de lengua francesa requiere de un ardor
innovador. Plantea enormes desafíos a los actores políticos, económicos,
sociales y culturales que desean contribuir al desarrollo de la sociedad.
Requiere de un entorno donde cada uno tenga confianza en sus medios, su comunidad,
sus instituciones, sus empresas y su gobierno. Es
este nivel de confianza general propio de una sociedad, así como la adopción de un espíritu
constructivo, los factores que aceleran el surgimiento de una nueva ciudad y determinan su
éxito económico, social y su fuerza política.
Hoy
en día, tanto nuestros vecinos del Sur como de Europa, reconocen cada vez más el papel
primordial que desempeñan las grandes metrópolis en el desarrollo económico de los
estados. Son estas metrópolis las que tienen la responsabilidad privilegiada de crear el
entorno de vida y el ambiente de trabajo indispensables para competir en la escena
internacional, atraer grandes inversiones y
proveer asentamiento social.
La
personalidad de una gran ciudad, su brillo, su dinamismo, su apertura, son todos elementos
que favorecen el crecimiento económico y, en consecuencia, la creación de nueva riqueza.
El nivel impositivo, la calidad y el costo de la vida, el costo de la habitación,
la seguridad, el acceso a una mano de obra de calidad y a centros de enseñanza
reconocidos, la intensidad y la diversidad de la vida social y cultural, la belleza y la
limpieza de una ciudad, su red de transportes, son otros tantos factores que influyen en
los tomadores de decisiones.
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Financiamiento
Sin
embargo, las ciudades obtienen escaso rédito de la creación de esta nueva riqueza,
estando su base fiscal limitada principalmente por el erario municipal.
No nos encontramos más en aquellos tiempos en que el crecimiento económico
significaba, automáticamente, más construcciones en hormigón.
Además, este desarrollo pasa por la nueva economía y sus réditos se le escapan.
Si las grandes ciudades desean asumir un primer plano y seguir ofreciendo servicios
de primera calidad a sus ciudaddanos, deben convertirse en socias de este nuevo
crecimiento que ellas mismas han contribuido a generar.
Es en este sentido que hemos propuesto un plan de acción a nuestro principal
socio, el gobierno de Québec, en ocasión de la campaña electoral.
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El
lugar del ciudadano
Pero
más allá de esta reforma de las grandes estructuras a la que asistimos, se nos plantea
una gran incógnita acerca de cuál será el lugar y el papel que corresponda al ciudadano
y cuál será su verdadero poder democrático. Esta
megapolis ¿será impersonal o estará al servicio de sus ciudadanos?
Más que nunca, nuestro papel como electos se hace importante y es inspirándose en
las mejores prácticas tanto del antiguo centro de la ciudad como en los antiguos barrios
que lograremos mejorar la calidad de los servicios para los ciudadanos.
Al
percibir que no podemos trabajar más en forma independiente sino que debemos hacerlo en
forma inter-dependiente, es que lograremos converger en torno a un objetivo común.
Los ciudadanos no deben contentarse más con ser simples espectadores.
Deben convertirse rápidamente en verdaderos agentes del éxito, no solamente de un
Montreal más grande, sino de un Montreal mejor.
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El
equilibrio justo
Nuestro
principal desafío será el de mantener un equilibrio justo entre todas las fuerzas que
componen esta nueva ciudad, entre el desarrollo económico y el desarrollo social y
cultural. Un equilibrio entre el desarrollo y
la preservación de un medio ambiente de vida sana y perdurable.
Un equilibrio entre los grandes proyectos y la calidad de los servicios para los
ciudadanos. Un equilibrio entre la gran estructura adminisrativa y la preservación
de la democracia. Un equilibrio entre el
pertenecer a una nueva metrópolis y la preservación del carácter único de cada zona,
de cada barrio. Un equilibrio entre nuestra
identidad y la contribución de las diferentes comunidades étnicas que conforman nuestra
riqueza.
Sin
embargo, sobre todas las cosas, debemos instaurar un nuevo equilibrio entre los más
favorecidos y los más desposeídos de nuestra sociedad.
Debemos asegurarnos que más allá de la creación de esta riqueza nueva, la
compartiremos mejor y ayudaremos a quienes tienen más necesidad de encontrar su lugar en
esta nueva gran ciudad.
Una
voluntad indefectible de triunfar, así como nuestro propio orgullo, harán evolucionar
esta nueva gran metrópolis hacia lo que debe ser: una
ciudad democrática, humana, centrada en el ciudadano, que logrará su potencial máximo y
tendrá su lugar entre las grandes metrópolis del mundo.
Una ciudad justa.
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