CAPITULO 8 :

JESUS : AMIGO HASTA LA MUERTE.

 

Todos, año más o año menos, morimos.
Pero hay distintas maneras de morir.
Jesús muere para salvarnos: y no hay mayor amor que dar la vida por los otros.

 
 
 

En su muerte en la cruz en medio de facinerosos, Jesús llega a la peor humillación y marginación.
Es una muerte en deshonra y desprecio, en las afueras de la ciudad
donde se ubica lo más bajo dentro de la escala social.

La muerte en cruz fue y es un escándalo. Que el Hijo de Dios haya terminado de esa forma quiebra todos los esquemas. Como decimos: “es algo de locos”.

Hay razones políticas y religiosas que explican su muerte.
Su predicación creó demasiadas inseguridades, trastocó valores intocables para la sociedad de entonces.
 Mostró un rostro de Dios muy diferente al pensado e imaginado por los judíos. Jesús debía morir cuanto antes.
Esa fue la opinión compartida por las autoridades políticas y religiosas.

Por Caifás, el Sumo Sacerdote,
 Jesús fue condenado como blasfemo y por Pilatos, procurador romano,
 fue ajusticiado como subversivo.
Pilatos cedió a las presiones de los judíos. El no quería saber nada del tema. Incluso hizo el simbólico gesto
de lavarse las manos.

Pero la condena a muerte salió de sus labios. Y nunca podrá eludir esa responsabilidad, aunque
por él rezó Jesús cuando dijo en la cruz: “perdónalos, porque no saben lo que hacen”.

Jesús nunca quiso su muerte ni la de nadie. 
Pero tampoco huyó de la confrontación
cuando ésta se hizo necesaria.
Según el evangelista Juan, cuando Jesús va a Jerusalén sabe que es extremadamente peligroso. Que sería mucho más prudente
refugiarse en el norte y esperar
que las cosas se tranquilicen.
Una frase de Tomás, uno de los discípulos,
es muy reveladora:
“Vayamos a Jerusalén y muramos con El”
(Juan. 11, 16)

Hubo épocas en las que se persiguió y 
torturó a los judíos porque 
estos mataron a Jesús. 

 

En la actualidad se oyen voces que afirman que sería bueno que el estado de Israel revise el proceso de Jesús como forma de mejorar las relaciones entre judíos y cristianos. 
Pero en realidad la causa
 de la muerte de Jesús 
es el pecado que hay en 
todos nosotros.

La predicación del Reino, 
su vida como la de Aquel 
“que pasó haciendo el bien” 
era y es insoportable 
para algunas autoridades. 
La muerte de Jesús no fue mala suerte, ni una simple circunstancia política. 
San Juan lo expresa de esta manera:
 “la luz brilla en las tinieblas y las tinieblas no la recibieron” 
(Juan. 1, 5).

El mismo Evangelio nos muestra que cada sociedad y cada uno de nosotros participa activamente 
en la muerte de Jesús, cuando deja morir al inocente, torturar al indefenso, oprimir y marginar. 
Nosotros matamos a Jesús y lo seguimos haciendo.

Así como se trató de echar toda la culpa de la muerte de Jesús a los judíos, también se quiso echar la culpa de su muerte a Dios Padre.
 “El no sólo permitió que lo asesinaran, sino que esa era su Voluntad y deseo”. De esta forma la predicación con frecuencia, ha hecho de Dios 
una muy mala persona.  

El amor de Dios para con su Hijo es sin límites y nunca quiere su dolor ni su muerte. Pero Jesús es humano como nosotros y por lo tanto inserto en nuestra historia. 
Dios no quiso la muerte de Jesús,
 pero sí su Encarnación. 
Ser consecuente con la Encarnación significa asumir la muerte del justo.

¿Por qué murió Jesús?. 
Murió por nuestros pecados 
(Cfr. 1 Corintios. 15,3 
y Romanos. 5, 8).

 

 
 
 
 
  • ¿Por qué muere Jesús?.
  • ¿Cómo podemos también amar hasta la muerte?.

 

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