Ninguno
de los Apóstoles, ni siquiera
María de Magdala
con todo su amor tierno por Jesús,
vieron su resurrección.
Su
muerte en el Gólgota, su sepultura,
y el sepulcro vacío
fueron hechos del dominio público.
La resurrección no tuvo testigos humanos.
En cambio, el Señor resucitado
fue visto repetidas veces
por los que de alguna manera estaban
abiertos a la Fe.
Después del frío del viernes de su muerte,
comenzó a correr una brisa suave.
Ninguno de los discípulos
mujeres y hombres sabían de qué se trataba
porque estaban paralizados por el miedo y la desesperación.
Por
todo el universo corría esa brisa,
pues estaba ocurriendo el gran Acontecimiento.
Después de tanto tiempo la creación
llegaba a su destino último.
Hay científicos que se atreven a hablar de
“Los últimos tres minutos” en la historia del cosmos.
Ese Sábado, después del Viernes frío,
todo llegaba a su plenitud
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La
Biblia expresó la creación
en 7 días,
ahora estamos en el octavo.
El fin ya llegó,
pero pocos se dieron cuenta,
porque no fue un fin entre gritos,
desmoronamientos y explosiones,
(cine catástrofe).
Fue un fin que era un nacimiento.
Los días de la semana se acabaron,
y estamos en el octavo día,
el tiempo sin tiempo.
Como
los ciegos,
algunos no ven esta Realidad.
Otros están saliendo de su sopor
y se dan cuenta que
las cosas están cambiando
sin distinguir todavía las formas.
La
resurrección de Jesús
es un acontecimiento cósmico,
como el Big Bang.
Esta es nuestra Fe.
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