Teresa
Durand
María Alicia Gutiérrez
I.
INTRODUCCION
El
presente trabajo analiza el desarrollo de las discusiones teóricas
acerca del derecho a decidir sobre el propio cuerpo desde el Womens Lib
(Década del 60) hasta la década del 90. El eje del análisis estar·
en las diferentes interpretaciones discursivas elaboradas por el
feminismo acerca de la apropiación del cuerpo. En otras palabras, el
trabajo se desarrollar· entre el discurso por las demandas del aborto
legal y las demandas por el ejercicio de los derechos sexuales y
reproductivos. Las décadas analizadas significan la puesta en escena
del tema de la sexualidad como eje sustantivo en la liberación de las
mujeres, dentro de procesos polÌticos, económicos y sociales.
La
sexualidad, especialmente el aborto, fue crucial en la década del 70
como visibilización de la problemática femenina, donde en el derecho
al cuerpo se jugar·n las percepciones de la diferencia y la igualdad.
En los 80/90 las conferencias internacionales, conjuntamente con la
aparición de las ONGs como nuevas formas de participación de las
mujeres, ser·n uno de los elementos que imprimir·n un cambio en la
discursividad respecto de la sexualidad pero también de la idea de
ciudadanÌa y derechos de las mujeres. En estas dos últimas décadas
surgen los derechos sexuales y reproductivos en una doble dimensión:
como caracterización teórica de las necesidades de las mujeres y como
eje articulador de las demandas.
Los
cambios en la discursividad sobre el derecho a decidir sobre el propio
cuerpo a lo largo del devenir histórico pueden ser visualizados como un
emergente en la lucha de las mujeres por la autonomÌa y libertad de sus
vidas.
II. LA
LIBERTAD DE ELEGIR: LUCHAS POR EL ABORTO LEGAL EN LOS 60/70
La década
de los 60 significó el esplendor del Estado de Bienestar Keynessiano
que permitió, a los EE.UU., entrar en la era del consumo de masas. Sin
embargo, y con el impacto de la Revolución Cubana que mostraba la utopÌa
de un cambio radical del orden capitalista, convivÌan algunas
preocupaciones en el propio centro del desarrollo capitalista. Kenneth
Galbraith en su libro "La sociedad opulenta" advertÌa sobre
los costos invisibles del crecimiento de los paÌses ricos, los lÌmites
e inequidades sociales del desarrollo y las nuevas seÒales de
cuestionamiento al orden establecido que abarcaba no solo lo económico-polÌtico
sino también las formas de consumir, de vivir, de relacionarse y hasta
de sentir.
Década
de la creatividad, de la explosión del arte y los inventos, pero también
de la violencia. Guerra de Vietnam, conflicto de Medio Oriente, golpes
de Estado en América Latina, los tanques rusos invadiendo Praga en el
68, el "oscurantismo" español de la mano de la dictadura
franquista, e importantes enfrentamientos que culminaron con los
asesinatos de John F. Kennedy, Malcom X, Patricio Lumumba, el Che
Guevara, Camilo Torres.
Sin
embargo, y siguiendo a Eric Hobswan, el Mayo del 68 es la irrupción del
cambio cultural tras dos décadas de transformaciones sociales y económicas
sin precedentes. Pone en escena varias cosas pero sobre todo el cambio
en lo público y lo privado, en la relación entre las generaciones y
los sexos. Tanto la "revolución sexual", que surge con el
feminismo conjuntamente con otros movimientos a favor de los derechos
individuales, como el descubrimiento y la circulación de la pÌldora
anticonceptiva ser·n hitos cruciales en los cambios de aquellos años.
Las
movilizaciones feministas de los sesenta y los setenta fueron en gran
parte reflejo de los contextos polÌticos en que se produjeron. En
muchos casos, en los paÌses del mundo occidental esos contextos se
caracterizaron por una importante movilizaciÛn polÌtica y por el
surgimiento de la llamada "nueva izquierda", siendo las
feministas un elemento importante y crÌtico dentro de ellas.
La dÈcada
del 70 irrumpir en el mundo desarrollado con la crisis energÈtica, por
un lado y con los problemas de la gobernabilidad, por el otro. Un nuevo
modelo econÛmico estaba naciendo y con Èl nuevas formas de la polÌtica
que se expresarÌan en la demanda por derechos. El auge del feminismo
luchando por sus demandas particulares intentar· introducir la
perspectiva feminista en las "nuevas izquierdas". En tanto, en
AmÈrica Latina, con el correr de la dÈcada se iba haciendo carne en el
conjunto de la ciudadanÌa la presencia de la violencia militar lo que
mostrarÌa que, en estas regiones, la conflictiva social se resolvÌa de
manera "menos civilizada".
Las
luchas en Europa y EE.UU. por la legalización del aborto van a marcar
un punto de inflexiÛn en la capacidad de las mujeres para organizarse,
hacer lobby, manifestar. El feminismo y el movimiento de mujeres en su
conjunto estuvieron mayoritariamente comprometidas con el proceso polÌtico
global y ser· en los ¥80 cuando la lucha se concentrar·, al calor de
las nuevas democracias, en la demanda de los derechos de "segunda
generaciÛn" atendiendo a las especificidades del movimiento. Los
grupos de autoconciencia, la importancia de descubrir y valorar el
cuerpo pondr·n una vez m·s en el centro de la escena la problem·tica
del aborto pero, ahora sÌ, en un lento y gradual pasaje hacia lo que se
denominar· (sobre todo en las Conferencias Internacionales) derechos
reproductivos.
La
apariciÛn del movimiento feminista, el m·s revulsivo y subvertidor del
orden social del siglo XX según el politólogo español Ludolfo
Paramio, habÌa renacido (la llamada "segunda ola") en EE.UU.
y se expandiÛ por Europa en la década del 70. Sin embargo, reconstruir
el sentido del feminismo es hacer un recorrido de la historia de las
luchas de las mujeres en sus demandas y reclamos por autonomÌa y
emancipación. PodrÌamos referir a algunos hitos que jalonaron el largo
proceso: las sufragistas, las demandas por el aborto legal a lo largo
del siglo, la demanda por el reconocimiento en el mercado laboral antes,
durante y despuÈs de la Primera y Segunda Guerra Mundial, etc. Un
importante impacto del mayo francÈs fue la recuperaciÛn de un espacio
propio de las mujeres que se desplegó en la dÈcada siguiente. Las
mujeres hacen consciente que, aunque lucharon en las jornadas de Mayo en
condiciones de igualdad con los hombres, no ser·n ellas quienes puedan
acceder a los espacios de decisión.
A su vez,
en el mismo año 68 en EE.UU. un grupo de mujeres llevan a cabo un acto
público paradigmático de lo que ser·n sus luchas en adelante:
representan el "entierro de la feminidad tradicional" con un
desfile de antorchas en el cementerio nacional de Arlington, otorgan la
corona de Miss AmÈrica a una oveja viva y arrojan corpiños, fajas y
pestañas postizas a un "basurero de libertad". Dos años más
tarde las mujeres francesas depositan en el Arco de Triunfo de ParÌs
una corona de flores en honor de la "esposa desconocida del soldado
desconocido", y junto a otra que lleva la siguiente inscripción:
"De cada dos hombres, uno es una mujer" (Duby y Perrot, 1993).
A partir de esto son innumerables las acciones y movilizaciones que se
llevan a cabo en diferentes lugares del mundo demandando por condiciones
de igualdad y mostrando cambios significativos en el ·mbito de lo
social y de la vida cotidiana.
Entre
tanto al interior del feminismo se suscitaron interesantes debates que,
pondr·n el eje, de acuerdo a cada etapa, en diferentes problem·ticas.
En los años 60/70 los debates, que implicaban toma de posiciones polÌticas,
giraban en torno a como se construÌa el sujeto femenino. Las
"feministas de la igualdad" y las "feministas de la
diferencia" centraban el núcleo de sus debates (y también de sus
diferencias) en cÛmo se visualizaban las razones y la naturaleza de la
opresión femenina y cu·les serÌan las estrategias que permitirÌan
acabar con la injusticia de género.
Las
feministas de la igualdad consideraban la diferencia de gÈnero como un
instrumento de la dominación masculina, por lo tanto
"sexista". La tarea polÌtica, por consiguiente era clara:
"el objetivo del feminismo era romper las cadenas de la
"diferencia" y establecer la igualdad, al hacer que hombres y
mujeres fueran medidos con el mismo patrÛn. Ciertamente es posible que
las feministas liberales, radicales y socialistas se disputaran acerca
de la mejor manera de lograrlo, sin embargo compartÌan una concepción
común de la equidad de gÈnero que implicaba minimizar la diferencia de
género" (Frazer, 1997).
La
corriente igualitaria del feminismo es heredera del pensamiento de la
ilustración reformulado a través de las categorías del marxismo. AsÌ
es como el contrato social roussoniano, excluir· a las mujeres como
sujetas de derecho y esto marcar· el "destino" de la mujer en
el mundo moderno, el ·mbito de lo p˙blico para los varones, el ·mbito
de lo privado para las mujeres: “el esquema igualitario lleva a
deconstruir la mistificación que se hace de las mujeres como
esencialmente m·s buenas y generosas, más cercanas a la naturaleza.
Simone de Bauvoir en su libro El Segundo Sexo abonar· a esta corriente
en la idea de que "la mujer no nace: se hace" recordando que
el lugar que las mujeres asumen socialmente es impuesto por el poder
patriarcal de la sociedad (Amorós, 1994).
El poder
liberarse de ese destino de la anatomÌa es un acto individual pero
tambiÈn colectivo que se expresó en los movimientos de liberación
femenina de la dÈcada del 70 y el 80, donde las luchas por la
legalización del aborto tuvieron un papel central. El feminismo de la
igualdad, al final de los años 70, fue radicalmente controvertido por
el feminismo de la diferencia llamado también "feminismo
cultural". Las feministas de la diferencia propusieron una
interpretación nueva de la diferencia de gÈnero, en tanto consideraban
que la concepción de la "igualdad" sólo llevaba a la
posibilidad de que las mujeres asumieran los mismos roles y funciones
que los hombres. Este funcionamiento en "espejo" no resolvÌa
las reales "diferencias". Lo que sÌ era necesario plantear
era que "diferencia" no era sinónimo de inferioridad o
subvaloración. En ese sentido, consideraban que el feminismo de la
igualdad reproducÌa el sexismo al seguir tomando como modelo valorado
las actividades y los roles de los hombres. La diferencia de gÈnero es
real y profunda argumentaban, por ello, todas las mujeres comparten una
misma "identidad de gÈnero" -en tanto mujeres- apelando a la
existencia de una "esencia" femenina. Todas son hermanas bajo
la piel, obviando las diferencias que existÌan entre las propias
mujeres, como por ejemplo, las de raza o clase social. Esas
"diferencias" entre mujeres comenzar·n a ser debatidas en la
dÈcada del ¥80.
Sin
embargo, Celia Amorós (1994), partidaria del feminismo de la igualdad,
refiere a la importancia del feminismo de la diferencia, dado que crea
una nueva "palabra de mujer". La cuestiÛn es que la
diferencia sexual se ha traducido en desigualdad social, y el tema de la
igualdad (la gran "deuda pendiente de la modernidad’ al decir de
Rossana Rosanda) es un problema polÌtico a resolver. Sin lugar a dudas
las posiciones que hemos planteado son esquem·ticas: la realidad es m·s
rica y diversa. Trat·ndose del feminismo como un movimiento, tambiÈn
se trata de un pensamiento en movimiento. Olympe de Gouges, se
preguntaba durante la RevoluciÛn Francesa: "Estar·n las mujeres
siempre divididas entre si?. Nunca constituir·n un cuerpo
˙nico?". Este mensaje fue retomado por las feministas de la dČcada
del 60 y del 70 tratando de dar contenido, a travÈs de actividades
conjuntas, a los principios de solidaridad y unidad con respeto por las
diferencias. Intentando explicar la naturaleza de las similitudes y las
diferencias, transgrediendo la divisiÛn capitalista de p˙blico y
privado e invocando la idea de que lo "personal es polÌtico"
dieron forma no sÛlo a declaraciones sino a una manera particular de
lucha polÌtica. Esto se tradujo en pr·cticas concretas, entre ellas
las campaÒas para la legalizaciÛn del aborto.
En ese
sentido, el aborto es la piedra angular del movimiento de liberaciÛn.
Para Berer (1997b, p. 17), simboliza el derecho de la mujer a ser m·s
que una madre, a ser una persona con derecho propio, a rechazar el
sacrificio de llevar adelante un embarazo no buscado. "El derecho
al aborto era integral al modo en que las mujeres jÛvenes abrazaban las
alternativas a la maternidad, desafiaban la discriminaciÛn en la polÌtica
y en los puestos de trabajo, rechazaban los lÌmites a lo domÈstico, al
matrimonio y a la femineidad, exploraban la sexualidad, posponÌan los
hijos, desarrollaban vidas independientes".
Las
feministas en aquel momento realizaban campaÒas especÌficamente sobre
el derecho al aborto. Estas se encontraban legitimadas polÌticamente y
se suponÌa que era una estrategia efectiva. Lamas (1997) expresa que el
discurso feminista se centrÛ en la demanda excluyente del derecho al
aborto legal y por eso mismo fue criticado. Por el contrario, Berer
(1997b) expresa que en las campaÒas el derecho al aborto no era un tema
aislado, era uno entre un variado rango de campaÒas llevadas adelante
por el movimiento feminista. AsÌ, menciona las siete demandas del
movimiento de liberaciÛn de las mujeres para afirmar el derecho de la
mujer a definir su propia sexualidad: 1) igual salario por igual
trabajo, 2) igualdad de oportunidades en el trabajo y la educaciÛn, 3)
anticoncepciÛn libre y aborto por demanda, 4) cuidado controlado de
los/as hijas veinticuatro horas al dÌa gratuito y comunitario, 5)
independencia legal y financiera para las mujeres, 6) fin de la
discriminaciÛn contra las lesbianas, 7) libertad para todas las mujeres
de intimidaciÛn por la amenaza y uso de la violencia masculina. Fin a
las leyes, asunciones e instituciones que perpet˙an el dominio
masculino y la agresiŰn masculina hacia las mujeres.
En EE.UU.
y en las democracias europeas, la lucha por la legalizaciÛn del aborto
asumiÛ el car·cter de defensa de la vida de las mujeres, para las que
-dadas las condiciones en que se lo practicaba- podÌa significar la
muerte, la enfermedad crÛnica y la sanciÛn legal. El movimiento por la
legalizaciÛn del aborto estuvo asociado de manera permanente a la lucha
por la legalizaciÛn de la anticoncepciÛn, ya que era uno de los mÈtodos
m·s usados para regular la fecundidad. El control de la fecundidad era
considerado por las pioneras feministas un bien moral -la libertad y la
responsabilidad de elegir- del que las mujeres no pueden ser privadas y
al que deberÌan tener acceso sin poner su vida y su salud en peligro.
Desde el comienzo se postulÛ que el Estado no sÛlo no podÌa
interferir su libertad, sino que debÌa garantizar las condiciones para
ejercerla. La idea de las "polÌticas corporales" donde el
aborto y la violencia ocuparon un lugar significativo se tradujeron en
acciones polÌticas concretas: lobbys, organizaciones, demandas por
leyes, clÌnicas especiales, etc. Estas cuestiones tambiÈn se expresan
en una r·pida intervenciÛn de las mujeres en los organismos
internacionales quienes, al ritmo vertiginoso de la globalizaciÛn,
inscribieron en las agendas (de Naciones Unidas, por ejemplo) las
demandas tanto de los paÌses desarrollados como de los
subdesarrollados. La dÈcada de la Mujer, 1975-1985, con conferencias
celebradas en MÈxico y Nairobi claramente lo expresan. En 1979, y como
impacto de las dos conferencias anteriores, se firma la Convention on
Elimination Of All Forms of Discrimination Against Women (CEDAW) que fue
una de las importantes batallas ganadas por las mujeres en tÈrminos de
la igualdad con los hombres reforzando el derecho a la integridad del
cuerpo, implicando entre otras cosas acceso a servicios de anticoncepciÛn.
AsÌ,
Checa y Rosenberg (1996) dir·n: "el resurgimiento del movimiento
feminista en los aÒos setentas en las democracias occidentales m·s
avanzadas, coincide con la aplicaciÛn de polÌticas poblacionales de
control del crecimiento demogr·fico en los paÌses perifÈricos
dependientes y en las comunidades Ètnicas y econÛmicas discriminadas
de los paÌses centrales". Las feministas y los movimientos de
mujeres libraron una dura lucha en los paÌses centrales para lograr el
derecho al aborto. En el caso de EE.UU. la denuncia a la penalizaciÛn
del aborto fue uno de los aspectos abordados por las mujeres en la dÈcada
del 60. Un conjunto importante de la sociedad comenzÛ a investigar y
denunciar las complicaciones y muertes que se registraban por abortos
hechos en condiciones de inseguridad. La demanda por aborto legal y
seguro aparecÌa para los grupos feministas de la segunda ola como un
principio de libertad individual, argumentando que las mujeres tienen
derecho a la autonomÌa de decisiones sobre su propio cuerpo y m·s
a˙n, que el control y la decisiÛn sobre la reproducciÛn era
necesario para las mujeres en el desenvolvimiento de un proceso de
autodeterminaciÛn. En ese sentido, la reacciÛn antiabortista de la
mano de la ofensiva de la Nueva Derecha se centrÛ en tratar de
desarticular, a partir de la formulaciÛn del "derecho a la
vida", el desarrollo de la autonomÌa sexual y social de las
mujeres. El recurso de las Cortes para debatir la legitimidad o no de
las acciones (Caso Roe vs Wade, en 1973, por ejemplo) y la posibilidad
de ampararse en la organizaciÛn federal de la NaciÛn permitiÛ a las
fuerzas antiabortistas articular un movimiento muy importante, como asÌ
tambiÈn a las mujeres organizarse para defender sus derechos. Sin
embargo los movimientos antiabortistas han sido muy exitosos al lograr
impedir la "verdadera" realizaciÛn del aborto sobre todo a
las mujeres m·s desprotegidas: rurales, jÛvenes, pobres, negras, dado
el recorte del presupuesto a los hospitales p˙blicos. Es evidente
la cuestiÛn de la equidad social pues las mujeres de clase media y alta
continuaban realizandolo en condiciones legales y seguras.
En la dÈcada
del ¥80, la ofensiva tomar· formas m·s violentas con incendio de clÌnicas,
muerte a mÈdicos/as que los practican, etc. Esta reacciÛn se articula
en un proyecto ideolÛgico y polÌtico neoconservador. En contraposiciÛn
a las dos dÈcadas anteriores las organizaciones defensoras del aborto
adoptaron una estrategia centrada en "el derecho a decidir"
abandonando, en muchos casos, la concepciÛn del derecho al aborto como
una condiciÛn de autodeterminaciÛn y libertad de las mujeres. El
surgimiento en los aÒos ¥70/80 de la cuestiÛn de los "derechos
reproductivos" intentÛ conectar el derecho de las mujeres por el
control de su propio cuerpo con un conjunto de demandas que permitirÌan
darle poder econÛmico y social.
En tanto
en los primeros aÒos de la dÈcada del ¥60 en Francia la preocupaciÛn
estaba centrada en poder desarrollar consultorios de planificaciÛn
familiar ya que estaba prohibido por una ley del aÒo 1920. Las primeras
mujeres trabajan en planificaciÛn familiar en los aÒos ¥60/65 para
evitar el aborto y los niÒos no deseados. CÈcile Goldet expresar· (Le
Monde, 1998) "la lucha no estaba centrada en la liberaciÛn
femenina". Con el advenimiento de los acontecimientos de Mayo del
¥68, comenzar· una larga lucha por la legalizaciÛn del aborto que
reciÈn se transformar· en ley en 1975. En este proceso jugar· un rol
central el Movimiento de LiberaciÛn Femenina, que define su "aÒo
cero" en 1970. Michelle Perrot (La Nouvelle Donne, 1998) dir· que
"el hecho m·s importante a fines de los ¥60 y durante los ¥70
es, evidentemente, la cuestiÛn de la anticoncepciÛn. Una verdadera
revoluciÛn que tiene las caracterÌsticas de ser inacabada, dado que
las mujeres han conquistado la capacidad de decidir sobre su propio
cuerpo pero no la igualdad en el trabajo y la profesiÛn". Se hace
necesario aclarar que dicha revoluciÛn lograda puede ser parcialmente
para los paÌses desarrollados, pero es a˙n una lejana realidad en
los paÌses de la periferia.
La venta
de anticonceptivos fue autorizada en Francia en 1967 por la Ley Neuwirth
y en los aÒos ¥70 comienza la batalla por el derecho al aborto como
una gran reivindicaciÛn del movimiento de liberaciÛn de las mujeres,
acompaÒada de importantes movilizaciones y un petitorio donde 343
mujeres famosas y reconocidas de diferentes ·mbitos de la vida
cultural, social y polÌtica francesa declaran haber abortado. Con el
impulso de esa "ola" catalizadora que fue la movilizaciÛn de
los aÒos 70 fue posible lograr el derecho al aborto. Pero en los
inicios de los aÒos 80 el movimiento feminista sufre un reflujo como le
ocurre a todos los movimientos sociales y en esta fase las
organizaciones intentan defender las posiciones conseguidas no sin un
significativo debate interno. Sin embargo, no ha sido f·cil lograrlo:
los centros de atenciÛn tienen sus presupuestos reducidos y el
suministro de anticonceptivos debe ser, en muchas oportunidades, pagado
por las propias mujeres. "Todo esto en un cuadro de retorno del
"orden moral", de restricciones y reformulaciones de las polÌticas
de salud, de debilidad del movimiento de mujeres, el aborto ha devenido
una cuestiÛn del orden de lo privado del cual no se habla transform·ndose
en un secreto", concluir· Maya Surduts (Politics, 1998).
Sin lugar
a dudas estos son sÛlo ejemplos de cÛmo se desarrollÛ el proceso en
dos paÌses del mundo desarrollado donde el derecho al aborto implicaba
una concepciÛn holÌstica acerca de la condiciÛn libertaria de las
mujeres, contenido que, con el avance de la cosmovisiÛn neoconservadora
del mundo fueron perdiendo parte de ese sentido. Entre tanto en AmÈrica
Latina, excepto en Cuba y Puerto Rico, el aborto a˙n es ilegal. Las
luchas que se llevaron a cabo en las dÈcadas siguientes desarrollaron
(mayoritariamente) una estrategia en dos direcciones: por un lado,
evitar los intentos de una mayor penalizaciÛn y, por el otro, discutir
la posibilidad de ampliar los casos de excepciÛn. M·s bien y al amparo
de las Conferencias Internacionales, las luchas se centraron en tratar
de lograr legislaciones que favorecieran el ejercicio de los derechos
sexuales y reproductivos.
III. LOS
¥80/90: "ANTICONCEPTIVOS PARA NO ABORTAR"
La crisis
econÛmica de los aÒos ¥70 en el mundo desarrollado se expandir·
hacia la periferia en los ¥80. La reacciÛn neoconservadora ser· la
respuesta polÌtica a esta nueva fase. Huntington, Watanuki y Crozier,
en su Informe a la ComisiÛn Trilateral en 1975, dir·n que la
ingobernabilidad que se comienza a atisbar en las democracias
consolidadas requiere de una operaciÛn de cirugÌa mayor: recorte de
polÌticas sociales (con innumerables prejuicios para las mujeres). Este
proceso en los paÌses desarrollados va a estar acompaÒado de una tarea
de "convencimiento" ideolÛgico del "fin de la
historia" y de las bondades del capitalismo. Margaret Thatcher,
Ronald Reagan y el papado de Juan Pablo II llevar·n adelante una
cruzada que culminar· con el exitoso derrumbe del Muro de BerlÌn en
1989. El Consenso de Washington habÌa logrado hegemonizar el proceso.
La
introducciÛn de polÌticas neoliberales, tales como los programas de
ajuste estructural, han producido una transformaciÛn profunda en la
estructura socioeconÛmica de la mayorÌa de los paÌses. Las
estrategias utilizadas en estos procesos de ajuste son, entre otras, la
privatizaciÛn, el recorte de los gastos sociales, la flexibilizaciÛn
laboral, la racionalizaciÛn del gasto p˙blico y su aplicaciÛn a
programas focalizados contra la pobreza. Como resultado directo de esta
situaciÛn, se da un fuerte proceso de empobrecimiento y una creciente
polarizaciÛn de la sociedad entre ricos y pobres, lo cual deriva en la
exclusiÛn de un segmento cada vez mayor de la sociedad.
En los
˙ltimos aŇos, la coyuntura polÌtica, social y econÛmica ha
restringido cada vez m·s la ciudadanÌa, obstruyendo la universalizaciÛn
de los derechos sociales y cercenando la obligaciÛn del Estado de
garantizar estos derechos en forma igualitaria y gratuita. Las/os
"excluidas/os" del sistema, que dependen de lo que les ofrece
el Estado para cuidar y promover su calidad de vida, sufren las
consecuencias de la disminuciÛn de los presupuestos nacionales,
provinciales y municipales. Las formas en que estas polÌticas se
expresaron variar· de acuerdo a los paÌses y los contextos culturales
en los que se desarrollen. El individualismo, el retorno a la familia
como n˙cleo de reaseguro del sujeto, ser·n elementos cruciales en
un intento de retornar a las mujeres a sus roles tradicionales.
Sin
embargo, en el contexto polÌtico de democratizaciÛn de la dÈcada del
‘80, los movimientos de mujeres latinoamericanos se transformaron
significativamente. Los nuevos estados democr·ticos incorporaron a
activistas del movimiento de mujeres en diferentes instancias
p˙blicas. Los espacios sociales y polĚticos de activismo de
las feministas se expandieron considerablemente: desde el Estado hasta
los partidos polÌticos, pasando por las organizaciones no
gubernamentales (ONGs) y los organismos internacionales. AsÌ, esta dÈcada
ha sido testigo de la creciente profesionalizaciÛn, articulaciÛn y
transnacionalizaciÛn de las estrategias y objetivos de las feministas
latinoamericanas.
El
movimiento de mujeres latinoamericano irrumpe en la escena polÌtica
como una fuerza que reclama el cumplimiento tanto de nuevos derechos
como de los de vieja data. En las nuevas democracias diversas tem·ticas
se instalan en el debate p˙blico y polĚtico: los derechos
sexuales y reproductivos, la violencia sexual y domÈstica, la
participaciÛn de mujeres en cargos electivos, la discriminaciÛn por gÈnero,
etc. La re-democratizaciÛn de la regiÛn en los ‘80 representÛ un
marco de referencia fundamental para las reivindicaciones y conquistas
de los movimientos de mujeres.
Desde los
¥70 hasta la actualidad, y a˙n con anterioridad, la idea de
apropiaciÛn del propio cuerpo por parte de las mujeres estuvo siempre
presente en el discurso feminista. Es decir que aunque el tÈrmino
derechos reproductivos es reciente, sus bases ideolÛgicas se encuentran
en los conceptos de integridad corporal y autodeterminaciÛn sexual,
caracterÌsticos del feminismo de la segunda ola (CorrÍa y Petchesky,
1994). Sin embargo, a travÈs del concepto de derechos reproductivos esa
idea es formalizada con el objetivo de demandar no sÛlo el acceso a la
libertad de decidir sobre la fecundidad sino tambiÈn los medios que
posibiliten su cumplimiento. M·s a˙n, este tČrmino incluye
una categorÌa nueva para demandar antiguas reivindicaciones feministas,
se produce una modificaciÛn de las significaciones polÌticas de la
reproducciÛn, desplaz·ndose desde la demanda del "aborto
legal" a la de "anticonceptivos para no abortar". En
palabras de Checa y Rosenberg (1996) se ingresa en el ·mbito del
derecho y del ejercicio de la ciudadanÌa. "La novedad en relaciÛn
a los derechos reproductivos es que son una invenciÛn de las mujeres
participando, como sujetos, de la construcciÛn de principios democr·ticos"
(Avila y Gouveia, 1996, p.163). Es asÌ que este tÈrmino surge de la
acciÛn de las mujeres militantes, que incluyen a la libertad de elecciÛn
dentro del campo m·s amplio de ejercicio de la ciudadanÌa, entendiÈndola
no sÛlo como garantÌas legales y beneficios del Estado, sino tambiÈn
como espacio de transformaciÛn de las relaciones sociales y de gÈnero.
El
terreno de los derechos sexuales y reproductivos puede ser definido
teniendo en cuenta dos elementos claves (CorrÍa y Petchesky, 1994):
poder y recursos. Poder para tomar decisiones informadas acerca de la
propia fecundidad, crianza de los/as hijas, salud ginecolÛgica y
sexualidad. Recursos para llevar adelante estas decisiones en
condiciones seguras y efectivas. Adem·s, este concepto remite a la
legitimaciÛn social de una sexualidad desprovista de fines (concientes)
reproductivos (Checa y Rosenberg, 1996). Se refiere a poseer y ejercer
el derecho a abortos seguros, mÈtodos anticonceptivos seguros y
eficaces, embarazo y parto seguros, prevenciÛn y tratamiento de
enfermedades de transmisiÛn sexual y SIDA, de infertilidad y de c·ncer
genito-mamario, servicios de salud integrales y de calidad, libertad de
elecciones o decisiones sexuales y reproductivas, libres de coacciÛn y
violencia.
En los ¥80
el concepto de derechos reproductivos es asumido por un gran n˙mero
de feministas en el mundo, ya sea en el discurso acadÈmico o en las
campaÒas y demandas internacionales. La historia reseÒa que este tÈrmino
fue utilizado por primera vez en 1984, en la CampaÒa Internacional
sobre AnticoncepciÛn, Aborto y EsterilizaciÛn (International
Contraception, Abortion and Sterilisation Campaign-ICASC), fundada en
1980, que organizÛ el Cuarto Encuentro Internacional de Mujeres y Salud
en Amsterdam, denominado "Tribunal Internacional y Encuentro sobre
Derechos Reproductivos". Es en este encuentro que la ICASC se
transformÛ en la Red Internacional de Mujeres por los Derechos
Reproductivos (Women¥s Global Network for Reproductive Rights-WGNRR).
AsÌ, el lenguaje de los derechos reproductivos ingresÛ en el
movimiento internacional de mujeres.
Desde ese
aÒo, los conceptos, las tem·ticas y las estrategias acerca de los
derechos sexuales y reproductivos se expandieron internacionalmente
hacia los escenarios culturales y polÌticos m·s diversos. Esta
exposiciÛn abriÛ camino a diferentes interpretaciones, revisiones y
posiciones dentro del movimiento de mujeres. Este ha discutido, y sigue
discutiendo, las diferentes argumentaciones que surgen en torno a la
conceptualizaciÛn y la demanda por los derechos reproductivos. De esta
manera, y corriendo el riesgo de simplificar las miradas, las posiciones
frente a esta tem·tica se dividen en dos. Por un lado, CorrÍa (1997)
explica que la conceptualizaciÛn de los derechos reproductivos estaba
directamente relacionada con el derecho al aborto seguro y legal y a la
anticoncepciÛn. Petchesky (1997, p. 27) concluye que las feministas
transformaron el discurso del aborto en "un concepto mucho m·s
amplio que denota el derecho humano de las mujeres a la autodeterminaciÛn
sobre su propia fertilidad, maternidad, y los usos de sus cuerpos; mÈtodos
seguros y servicios de buena calidad; y libertad de coerciÛn y abuso
-sea de los mÈdicos, las agencias de control de poblaciÛn, o las pr·cticas
tradicionales y peligrosas algunas veces administradas por sus propias
madres y abuelas".
Siguiendo
en esta corriente, este concepto adquiere importancia, en parte, porque
involucra problemas especÌficos y centrales en la vida de las mujeres:
embarazo y nacimiento, anticoncepciÛn y aborto, menstruaciÛn y
menopausia, infecciÛn y enfermedad, maternidad y no maternidad. Lamas
(1997, p. 61) expresa que el discurso relativo al aborto, a pesar de la
modernizaciÛn polÌtica, se centraba en el aborto como crimen.
"Por eso, fue necesario desarrollar un nuevo discurso, basado en el
derecho a elegir, que pudiera reflejar una perspectiva democr·tica
sobre el conflicto y transmitirla a la opiniÛn p˙blica (...) era
necesario transformar el concepto profundamente subversivo de la
re-posesiÛn por parte de las mujeres de sus propios cuerpos en
argumentos que son m·s cercanamente ligados a las preocupaciones democr·ticas".
Por otro
lado, otra es la posiciÛn de Bellucci (1997, p. 102) que expresa que en
Argentina en los ¥80 con la incorporaciÛn del concepto de derechos
reproductivos el "aborto como un sujeto del discurso polÌtico
comenzÛ a desaparecer y a ser reemplazado (o algunos podrÌan decir
desplazado) por el de derechos reproductivos: el aborto como un
imperativo categÛrico y un slogan manejable fue de alguna manera
perdido, comparado con el modo "cl·sico" feminista de las dÈcadas
anteriores". Esta autora concluye que al posicionar al aborto bajo
la etiqueta de derechos reproductivos fue des-politizado. De esta
manera, otras voces disonantes se hacen oÌr para marcar la existencia
del desacuerdo basado en distintos argumentos. Entre estos se encuentran
aquellos que temen que el discurso del movimiento por los derechos
reproductivos sea cooptado por el discurso hegemÛnico del poder polÌtico
en general, y del poder de las polÌticas de poblaciÛn en particular.
TambiÈn est·n quienes proponen que los Estados tengan en cuenta las
necesidades de las mujeres en sus polÌticas de poblaciÛn, y, por el
contrario, quienes consideran que esta posiciÛn es opuesta a los
derechos de las mujeres (Palomino, 1993). Finalmente, algunos/as
esgrimen el argumento que demandar por el derecho al aborto es m·s
"subversivo" que demandar por los derechos reproductivos.
Paralelamente,
desde mediados de los ¥80, la crÌtica a la nociÛn occidental de
individualismo, ligada a menudo al concepto de derechos, ha aportado
nuevos aires al debate feminista. Algunas crÌticas con respecto a este
tÈrmino son: su lenguaje indeterminado, su sesgo individualista, su
presunciÛn de universalidad y su dicotomizaciÛn de los espacios
p˙blicos y privados. Los defensores/as del tÈrmino
"derecho" sostienen, por su parte, su significaciÛn en la
capacidad de tomar decisiones autÛnomas, de asumir responsabilidades y
de cubrir necesidades colectivas e individuales. El ejercicio de un
derecho no es exclusivamente una decisiÛn individual aislada, sino que
existen ciertos factores que condicionan dicho ejercicio, tales como la
situaciÛn socioeconÛmica, las legitimaciones sociales, culturales e
institucionales acerca de la reproducciÛn y la sexualidad, y las formas
legales y jurÌdicas relativas a estos temas. A pesar de las
perspectivas crÌticas de los derechos, y de los derechos reproductivos
en particular, CorrÍa y Petchesky (1994, p. 107) expresan que estos
deben ser reconstruidos a la luz de sus especificidades de gÈnero,
clase, cultura y necesidades sociales reconocidas. "Los derechos
sexuales y reproductivos (o cualquier otro) entendidos como
"libertades" o "elecciones" privadas no tienen
significado, especialmente para las m·s pobres y las m·s privadas de
los derechos civiles, sin las condiciones habilitantes a travÈs de las
cuales estos pueden ser ejercidos".
Desde el
momento en que se conceptualizaron los derechos reproductivos, estos
fueron vinculados con los derechos sociales o con "condiciones
habilitantes" (enabling conditions). De esta manera,
diferentes autoras/es han mencionado la existencia de ciertas
condiciones socio-culturales y econÛmicas para su pleno ejercicio.
EspecÌficamente, CorrÍa y Petchesky (1994, p. 112) expresan que las
"condiciones habilitantes" implican factores materiales y de
infraestructura, servicios de salud accesibles, humanos y con personal
bien capacitado, y factores culturales y polÌticos (educaciÛn, empleo,
autoestima). "Los derechos implican no sÛlo libertades personales
(dominios donde los gobiernos deberÌan dejar a las personas solas),
sino tambiÈn "entitlements" sociales (dominios donde la acciÛn
p˙blica afirmativa es requerida para asegurar que los derechos sean
ejercidos por cada uno/a)".
Los
derechos reproductivos no pueden analizarse aisladamente de los llamados
derechos humanos de segunda generaciÛn, vinculados con las dimensiones
sociales, econÛmicas, culturales y polÌticas. "Las mujeres se
encuentran inhabilitadas de ejercer completamente sus derechos humanos
cuando sus vidas no est·n garantizadas, cuando los sistemas de salud y
de educaciÛn son inadecuados, y cuando la diversidad cultural no es
respetada. Estas dimensiones de los derechos son particularmente
cruciales y sensibles cuando las desigualdades de clase, raza y etnia
son tenidas en cuenta" (CorrÍa, 1993). Estas reflexiones nos
remiten a la caracterizaciÛn que realiza Fraser (1997) en relaciÛn a
las teorizaciones sobre las "diferencias entre mujeres" que se
desarrollaron a mediados de la dÈcada del ¥80.". AsÌ, la represiÛn
de las diferencias intergÈnero tÌpica de la dÈcada del ¥70 impedÌa
visualizar otros ejes de subordinaciÛn diferentes a los de gÈnero como
los de clase, raza, etnia, sexualidad y nacionalidad. El movimiento
feminista de los Estados Unidos "reconociÛ que para muchas mujeres
el factor gÈnero era sÛlo uno de los varios ejes de opresiÛn o
discriminaciÛn: etnia, raza, edad, orientaciÛn sexual y nivel econÛmico
fueron reconocidos m·s ampliamente como factores que, en diversas
combinaciones, codeterminan las experiencias e identidades de las
mujeres" (Schutte, 1994:12). De esta manera, se reconoce que el gÈnero
se intersecta con diferentes formas de identidades relativas a la raza,
clase, etnia, sexo y religiÛn. El resultado es la imposibilidad de
separar el gÈnero de sus condicionantes polÌticas, culturales y econÛmicas
en las cuales Èl mismo es invariablemente producido y mantenido. La
nociÛn de gÈnero atraviesa la histÛrica discriminaciÛn de la mujer
del espacio de lo p˙blico donde los derechos sexuales y
reproductivos son ejercidos.
Por otra
parte, aunque las dimensiones socioeconÛmicas y culturales deben estar
presentes siempre que se piense en el ejercicio de cualquier derecho, Èstas
no pueden ser excluidas al analizar la ausencia de demanda por el
cumplimiento de los derechos. Si las mujeres no demandan por sus
derechos reproductivos øser· que estos no son vistos como
"derechos"?, øser· que el movimiento de mujeres no ha sabido
transmitir que los derechos reproductivos son “derechos”? ųSer·
que la sociedad a˙n no ha asumido estos derechos como inalienables
del ejercicio de los derechos humanos? ųSer· que demandar por
“anticonceptivos para no abortar" es menos eficaz que hacerlo por
"aborto legal para no morir"?. En la teorÌa y la
discursividad feminista la indivisibilidad de los derechos reproductivos
con los sociales es perfecta, la reflexiÛn es: øcu·nto de este
"matrimonio" es puesto en pr·ctica a la hora de hacer las
tareas domÈsticas?. Es decir, en que medida la "sanciÛn" de
los derechos reproductivos modifica las condiciones
"habilitantes", cuando estas son inequitativamente
distribuidas en una sociedad. M·s a˙n, quČ espacio legitimado
socialmente existe para la demanda de los derechos reproductivos si
pareciera que la pr·ctica democr·tica de demandar todo tipo de derecho
se encuentra obturada u obstaculizada.
A pesar
de ello en los ¥90 el feminismo se presenta como un movimiento social,
que permite a las mujeres convertirse en sujetos polÌticos activos,
reivindicando y legitimando sus demandas y denunciando la situaciÛn de
subordinaciÛn y desigualdad en la que viven. AsÌ, surgen conceptos
claves dentro del feminismo como empowerment y entitlement.
El primero tiene como objetivos: el desafÌo a la dominaciÛn masculina
y la subordinaciÛn femenina, la transformaciÛn de las estructuras y de
las instituciones que refuerzan y perpet˙an las discriminaciones de
gČnero y las desigualdades sociales, y posibilitar que las mujeres
tengan acceso y control sobre los recursos materiales y la informaciÛn.
Por su parte, entitlement remite a la definiciÛn de titularidad
de los derechos.
En este
marco, se presenta una revisiÛn conceptual de un tema clave para
cualquier polÌtica y lenguaje de los derechos, donde el movimiento de
mujeres no queda excluido: la ciudadanÌa. "El actual debate sobre
ciudadanÌa (...) muestra la tensiÛn entre la racionalidad tÈcnica,
financiera, militar y de mercado y la voluntad de sujetos colectivos de
plantear su autonomÌa frente a la lÛgica sistÈmica, entre la
racionalidad instrumental que mantiene un orden represivo y excluyente y
la racionalidad orientada a desenmascarar los procesos que la
perpet˙an” (Hola, 1997, p. 9). Esta perspectiva conlleva una
revalorizaciŰn de los movimientos sociales y una posibilidad de
implementar nuevas formas de hacer polÌtica y de "generar bases
para el ejercicio de una ciudadanÌa con menos mediaciones de los
actores sociales y polÌticos colectivos, lÈase partidos, sindicatos,
etc." (Ibid:9).
El
movimiento de mujeres -como cualquier otro movimiento social en esta dÈcada-
tiene como objetivo ampliar los lÌmites de la ciudadanÌa,
reivindicando al mismo tiempo su especificidad y reconocimiento social.
Entonces, el feminismo avanzÛ desde las "diferencias entre
mujeres" hacia las "diferencias m˙ltiples que se
intersectan": "(...) las luchas de gÈnero tenÌan lugar en el
terreno m·s amplio de la sociedad civil, donde m˙ltiples ejes de
diferencia estaban siendo controvertidos simult·neamente y donde
m˙ltiples movimientos sociales se entrecruzaban” (Fraser, 1997,
p. 239). Es decir, el movimiento de mujeres comparte el espacio polĚtico
con otros movimientos sociales (por ejemplo, el movimiento gay-lÈsbico,
el movimiento de derechos humanos, etc.). La "democracia
radical" se propone como mediadora de las demandas acerca de las
"diferencias m˙ltiples que se intersectan" y vincula asÌ
diversos movimientos sociales. AsÌ, la democracia radical sostiene que
la democracia actual requiere tanto la redistribuciÛn econÛmica como
el reconocimiento multicultural (Ibid.). Quiz·s sea este el
camino a una democracia m·s "amplia" que elimine los dos obst·culos
principales de la participaciÛn democr·tica: la desigualdad social y
la intolerancia con las diferencias. Son movimientos heterogÈneos y
diversos, al decir de Jelin (1998), en los que la lÛgica de la afirmaciÛn
de la identidad colectiva en el plano simbÛlico se combina de manera
diversa con los intereses y demandas especÌficos. Por eso, el
reconocimiento y la demanda de los derechos est·n ligados a la condiciÛn
de ciudadanÌa. El accionar de los movimientos de mujeres en las esferas
socioeconÛmica, civil, polÌtica y cultural, mediante la ocupaciÛn
sistem·tica de los espacios p˙blicos en los ˙ltimos diez aŇos,
puede ser vista como una de las conquistas m·s efectivas de participaciÛn
ciudadana. Es asÌ, que el concepto de ciudadanÌa debe ser tambiÈn
incluido cuando se habla de derechos reproductivos. El ejercicio de la
ciudadanÌa involucra cuestionar la situaciÛn de injusticia a la que se
ven sometidas las mujeres por las desigualdades de gÈnero y por las
construcciones simbÛlicas en torno a la reproducciÛn y la sexualidad.
En los ¥90
se producen dos eventos con profundas implicancias para el movimiento de
mujeres a nivel local, regional e internacional: la Conferencia sobre
PoblaciÛn y Desarrollo (El Cairo, Egipto, 1994) y la IV Conferencia
Internacional sobre la Mujer (Beijing, China, 1995). En ambos casos, la
participaciÛn de las ONG’s del movimiento de mujeres fue una clave
fundamental para la incorporaciÛn de diversos artÌculos, de suma
importancia para el mejoramiento de la vida cotidiana de las mujeres, en
las Plataformas de AcciÛn emanadas de esas Conferencias. De hecho, el
Èxito de estos eventos internacionales se debe al largo y amplio
proceso preparatorio que las precedieron. Con mayor o menor intensidad
en cada paÌs, la participaciÛn del movimiento de mujeres en las
conferencias preparatorias marcÛ la diferencia con respecto a
anteriores cumbres internacionales. En el proceso actual de
transnacionalizaciÛn, la globalizaciÛn juega un papel central en las
reivindicaciones por los derechos reproductivos, ya que "los
grandes actos en escala mundial (...) sÛlo cobran sentido cuando
articulan (casi siempre de manera contradictoria y conflictiva) las
situaciones locales con los temas globales" (Jelin, 1998, p. 13).
Por ejemplo, las Conferencias de Naciones Unidas de la ˙ltima dČcada
han amplificado el debate de los derechos reproductivos, que surgieron
en los ¥80 en el mundo "desarrollado", a los mundos no tan
"desarrollados" en la dÈcada del ¥90. En este marco, el
lenguaje de los derechos sexuales y reproductivos obtuvo una legitimaciÛn
internacional. Fue un proceso que implicÛ la adopciÛn de estos tÈrminos,
primero, en el espacio acadÈmico y el movimiento de mujeres, despuÈs
en los documentos internacionales de Naciones Unidas, en las leyes
nacionales y en el discurso p˙blico de los que toman las
decisiones.
Es
interesante destacar que para algunas militantes la legitimaciÛn de
este lenguaje ofrece una herramienta fundamental para reforzar las
demandas relativas a los mecanismos y recursos necesarios para el
ejercicio pleno de estos derechos. Seg˙n CorrÍa (1997) las
conferencias de El Cairo y Beijing legitimaron e incorporaron la nociŰn
de salud reproductiva y de derechos sexuales y reproductivos. De esta
manera, el peso de este nuevo discurso ha sido decisivo en los debates
internacionales, forzando a los gobiernos a re-pensar y re-definir sus
posiciones. Aunque este re-posicionamiento no ha sido llevado adelante
en todos los paÌses por igual. La existencia de las conferencias y el
compromiso de los paÌses al firmar las Plataformas de AcciÛn no
parecen haber producido modificaciones ni en las polÌticas y programas
p˙blicos ni en la vida cotidiana de las mujeres.
Hasta aquÌ
pareciera que la legitimaciÛn de los derechos reproductivos ha sido
exitosa y sin conflictos. De hecho, algunas feministas opinan que los
derechos reproductivos ya han sido "adquiridos" por las
mujeres. Berer (1990) expresa que las feministas han demandado por la
incorporaciÛn de los derechos reproductivos en los discursos y pr·cticas
de diversas instituciones nacionales e internacionales y han logrado que
esto sea asÌ. Este "Èxito", contin˙a, no puede ser
detenido por temor a la cooptaciÛn del discurso feminista por parte de
las organizaciones internacionales, ya que el feminismo ha luchado
durante dÈcadas para este cambio. Seg˙n esta autora, el movimiento
internacional de mujeres se ha hecho escuchar y ha ganado importantes
victorias especialmente entre el establishment de control de la
poblaciÛn. Checa y Rosenberg (1996) expresan que el concepto de
derechos reproductivos sintetiza los movimientos de autonomÌa de las
mujeres frente a las coerciones natalistas como antinatalistas.
Sin
embargo, las corporaciones internacionales de control de la natalidad
han incluido el lenguaje de los derechos sexuales y reproductivos con
objetivos diferentes a los del movimiento de mujeres. Aunque han
consentido en incorporar en sus documentos el derecho de las mujeres a
controlar su cuerpo, no mencionan la inequidad de gÈnero en la
distribuciÛn de bienes y recursos. A travÈs de los aÒos su meta ha
sido clara: el control del crecimiento poblacional, sea por escasez de
alimentos en los ¥70, desempleo y crisis econÛmica en los ¥80 y
degradaciÛn ambiental en los ¥90. En sÌntesis y coincidiendo con la
posiciÛn de Ch·neton (1994, p. 2) "para el caso de las polÌticas
de poblaciÛn, las mujeres, en virtud de su especÌfica capacidad
reproductiva cumplen un papel de objeto clave en la economÌa
transnacional: se pretende combatir la pobreza del sur por el control de
la natalidad y no por la justa distribuciÛn de la riqueza". De
hecho, en la ˙ltima dČcada algunas polÌticas p˙blicas
con el nombre de salud reproductiva, no han implicado otra cosa que una
modificación sem·ntica y una redefiniciÛn de sus objetivos anteriores
vinculados a la salud materno-infantil, la planificaciÛn familiar o la
paternidad responsable. Ninguna polÌtica p˙blica relativa a esta
tem·tica -bajo cualquier nombre- cuestiona que los recursos y el poder
que implican los derechos reproductivos persisten inequitativamente
distribuidos y que la capacidad requerida para su pleno ejercicio
depende de ciertas condiciones a˙n no disponibles. ųEsto
significa que los Estados tienen la obligaciŪn de proveer los
caminos habilitantes para el ejercicio de los derechos reproductivos? øO
significa que los Estados deben en primer lugar modificar las
condiciones que permitan el ejercicio de una ciudadanÌa plena?. Es, una
vez m·s, la ausencia de la pr·ctica democr·tica de demandar derechos
la que no permite reclamar por condiciones b·sicas de vida, es decir
por una ciudadanÌa "plena" y "democr·tica".
Condiciones tan b·sicas como la libertad a decidir sobre el propio
cuerpo, pero no ˙nicamente sobre cuerpos "reproductores”
sino, fundamentalmente, sobre cuerpos “sexualizados”. Libertad b·sica
oculta tras la fŰrmula "disfrutar de una sexualidad libre de
coerciÛn y/o violencia". øO los derechos sexuales aparecen como
"el eslabÛn perdido" de las reivindicaciones feministas.? Los
derechos sexuales han quedado en una enunciaciÛn generalmente vaciada
de contenido.
Entonces,
nos preguntamos øquÈ ha sucedido con los derechos sexuales?. Es verdad
que el concepto de derechos sexuales ha sido introducido en los debates
internacionales sobre derechos humanos y en la propia pr·ctica y
pensamiento feminista. Pero sÛlo eso: han sido "presentados"
a la comunidad internacional, siendo "el ˙ltimo bastiŰn"
que queda por tomar (Berer, 1997a). El desarrollo discursivo y polÌtico
de los derechos sexuales es producto de formulaciones provenientes de
dos fuentes. Por un lado, las reflexiones feministas que han re-unido la
sexualidad, la reproducciÛn y las inequidades entre los gÈneros y que
han llevado a la formulaciÛn del concepto de autodeterminaciÛn. Por el
otro, las luchas polÌticas en contra de la discriminaciÛn realizadas
por las comunidades gay y lesbiana.
En la
discursividad los derechos reproductivos y sexuales se presentan unidos
en una misma proposiciÛn que posibilita la articulaciÛn de la
reproducciÛn y la sexualidad. Y es justamente contra esa vinculaciÛn
que el feminismo ha desarrollado gran parte de su historia. "En
realidad, se buscaba -y se busca todavÌa- dar visibilidad a estas
diversas dimensiones, ya que la vivencia cotidiana de las mujeres
permite conocer que sus cuerpos posibilitan mucho m·s que lo que el
mundo de la reproducciÛn les da" (Avila y Gouveia, 1996, p. 166).
Las dimensiones de la reproducciÛn y la sexualidad exigen una
rearticulaciÛn y reelaboraciÛn, no pueden ser vistos como dos campos
separados y autÛnomos sino como la redefiniciÛn de la bipolaridad
"p˙blico-privado". Otra es la opiniÛn de Akhter (1990)
que sugiere que mediante la utilizaciÛn de estos conceptos el cuerpo de
la mujer es visto ˙nicamente como un cuerpo biolÛgicamente
reproductor. De esta forma, refleja una aceptaciÛn acrÌtica de la
imagen social de la mujer, olvidando que, al igual que los varones, el
cuerpo de la mujer es socialmente productor. Esta mirada limitada a la
reproducciÛn y, determinada por la cultura patriarcal, impide reconocer
los derechos polÌticos y econÛmicos de las mujeres. Por ejemplo, una
ciudadanÌa y una polÌtica de derechos que no reconoce la igualdad del
sujeto polÌtico ni la diferencia del sujeto sexual en las travestis y
profesionales del sexo porteÒas. Los lÌmites de las democracias
conservadoras se hacen "carne" en el no reconocimiento del
derecho a la libre opciÛn sexual, y en el no ejercicio de este derecho,
entendido como elemento clave del desarrollo de una conciencia y pr·ctica
ciudadana que se despliega sobre la base del respeto, la tolerancia y el
reconocimiento del otro como diferente e igual al mismo tiempo. HistÛricamente,
las culturas han construido conceptualizaciones y clasificaciones
basadas en una polaridad: un "nosotros/as" y un
"otros/as". La diferencia de este fin de siglo es que estas
distinciones o el derecho a ser diferente conlleva intolerancia,
racismo, xenofobia, segregaciÛn y discriminaciÛn basadas en la etnia,
la raza, el gÈnero, la edad, la clase social y la sexualidad. Es en
definitiva "no reconocer a los otros como seres humanos plenos con
los mismos derechos que los propios" (Jelin, 1998, p.16). Es en
definitiva no reconocer el derecho humano a elegir libremente y a
vivir sin discriminaciones ni segregaciones la sexualidad que se ha
optado. Retomando la definiciÛn de Palma (1998, p. 96) los derechos
sexuales son "el conjunto de derechos humanos inalienables que
tienen las personas de tomar decisiones libres y sin coacciÛn ni
discriminaciÛn de ning˙n tipo, sobre su propia sexualidad, tanto
en sus aspectos corporales y relacionales como en sus aspectos
reproductivos". Consideramos esta conceptualizaciÛn como un
intento de zanjar las diferencias que se plantean entre los derechos
reproductivos y sexuales, y entre la reproducciÛn y la sexualidad.
IV.
ALGUNAS PREGUNTAS SIN RESPUESTA
Hemos
recorrido algunas "huellas" de la lucha del feminismo y del
movimiento de mujeres en su b˙squeda por la autodeterminaciŰn
y el reconocimiento del derecho de las mujeres de apropiarse de su
cuerpo. Ha sido, y sigue siendo, un desafÌo que los feminismos tomen
conciencia que tanto sus carencias y fracasos, como sus logros y
triunfos se inscriben en el cuerpo de las mujeres. Si en los ¥60
aparecieron demandas m·s radicales, como la libertad sexual, que
remataron en los ¥70 con el aborto legal, fue en coincidencia con el
proceso de politizaciÛn y participaciÛn de una parte considerable de
la sociedad. Bajo el amparo de un estado de bienestar exitoso en los paÌses
centrales y de cierta estabilidad y crecimiento en la
"periferia", avanzaron las reivindicaciones de los distintos
sujetos sociales: obreros, mujeres, jÛvenes, etc. Son las dÈcadas en
que desde el arte hasta la polÌtica partidaria se "innovaba",
"recreaba" y "reinventaba". En una palabra, se seguÌa
la ola de las grandes utopÌas. El mundo era pensado como un mundo
posible de ser transformado en otro m·s justo e igualitario.
Es en
este marco que se inscriben las revulsivas demandas por la igualdad de gÈnero,
los grandes debates sobre la igualdad y la diferencia y las luchas por
soltar las amarras de la agobiante "sociedad patriarcal". La
demanda por el aborto legal fue paradigm·tica en esa lucha en tanto
rompÌa (o creÌa romper) las cadenas con las tradicionales concepciones
acerca del lugar de la mujer en el mundo y con la reproducciÛn como su
˙nica posibilidad de realizaciÛn. O sea, rompÌa con el estigma de
un destino ineluctable.
A un perÌodo
de luchas radicales sobrevino un perÌodo de retrocesos que adoptÛ
diferentes formas de acuerdo a cada sociedad. Los argumentos
conservadores expresaban que el mundo desarrollado se habÌa visto
compelido a "ajustarse", no sÛlo en tÈrminos econÛmicos
sino tambiÈn polÌticos para que la "gobernabilidad" fuera un
horizonte posible. Con ello habÌa que poner fin a las demandas de la
sociedad hacia el Estado, pues lo ˙nico que provocaban era
"sobrecargar" y jaquear la estabilidad de las democracias. El
proceso neoconservador, cuyo liderazgo, entre otros, promoviÛ el papado
de Juan Pablo II, implicÛ un fuerte quiebre con el pasado: nuevos aires
traÌan formas renovadas en la polÌtica, la economÌa y tambiÈn en la
cultura, los usos y las costumbres. AsÌ, no desaparecieron las demandas
ni las luchas pero, en el mundo globalizado, adquirieron un nuevo
significado. Fue precisamente la b˙squeda de este "nuevo
sentido" lo que desviviÛ a teÛricos como Francis Fukuyama (el fin
de la historia) o Michael Novak (el capitalismo humanizado) que dieron
la bienvenida a los nuevos tiempos. Paradojalmente, a la vez que el
mundo se globalizaba, se reforzaba y retornaba -casi como una necesidad
vital- a las identidades nacionales versus la regionalizaciÛn/transnacionalizaciÛn
y a la redefiniciÛn de los estados-naciones hacia los cuales reorientar
las demandas de nuevo tipo.
Entre
estas nuevas demandas se encontraban los reclamos por los derechos
sexuales y reproductivos. Los llamados derechos de segunda generaciÛn
(quiz·s un eufemismo acuÒado para no llamar a las cosas por su nombre,
o sea, derechos humanos) aparecieron en esta oleada
"democratizadora". El discurso sobre los derechos sexuales y
reproductivos tuvo un papel protagÛnico en las Conferencias
Internacionales de los ˙ltimos aŇos, espacios en los que se
logrÛ "globalizar" esas demandas. Sin lugar a dudas
implicaron (en un perÌodo de pÈrdida de derechos, como por ejemplo el
del trabajo) la posibilidad de demandar por mejores condiciones en el
proceso reproductivo, entre otras cosas. Pareciera que esta referencia a
la demanda por derechos en el proceso de reproducciÛn de las mujeres
las reinstala, al menos en el terreno discursivo, en su lugar
tradicional: la maternidad.
Por otro
lado, a la demanda por los derechos reproductivos se le adiciona el
derecho a una sexualidad libre de coerciÛn y violencia. Esto implica
que hombres y mujeres, en tanto sujetos sexuados, demanden por
condiciones habilitantes para ejercer la sexualidad en contextos donde
se respeten y protejan los derechos sociales, polÌticos y econÛmicos.
Ser gay, lesbiana, travesti o transexual en un contexto represivo,
autoritario, discriminatorio e inequitativo es de una implicancia
sustantivamente diferente a serlo en un espacio de tolerancia, libertad
y equidad.
Para
terminar, es nuestro interÈs plantear algunas reflexiones que,
adelantamos, no nos han producido certezas y seguridades sino m·s dudas
y preguntas:
- Si hablamos de
derechos reproductivos parece una contradicciÛn en sus propios tÈrminos
plantear que incluye el derecho al aborto, en tanto que la
interrupciÛn de un embarazo es una negaciÛn de aquellos. El aborto
"deshace" lo hecho, elimina la concepciÛn; los mÈtodos
anticonceptivos la evitan. El aborto es el derecho a decidir sobre
el propio cuerpo en total libertad implicando mucho m·s que el solo
hecho de interrumpir un proceso de gestaciÛn: m·s bien refiere al
ejercicio de un acto de libertad. Este planteo no se debate en el
marco de los derechos reproductivos de las dÈcadas de los ¥80/90,
en tanto que si era parte de la lucha de los ¥60/70. En el marco de
la libertad sexual y las luchas por la autonomÌa de las mujeres el
derecho al aborto era una pieza clave. øEl derecho al acceso a los
mÈtodos para regular la fecundidad, piedra angular de los derechos
reproductivos, tiene la misma implicancia para la emancipaciÛn de
las mujeres?
- Hablar de derechos
reproductivos øno estarÌa implicando, en tanto mujeres feministas,
movernos en el terreno de lo posible pero no de lo deseable, dado el
particular entorno en el que nos encontramos? øLa inclusiÛn del
derecho al aborto dentro del gran paraguas de los derechos
reproductivos no significarÌa resignar las banderas que en los ¥60/70
implicaron en el movimiento feminista "la" verdadera razÛn
de su emancipaciÛn dado que revertÌa, poniendo el poder de decidir
en las mujeres, la lÛgica de opresiÛn del patriarcado?.
A pesar
de nuestras preguntas sin respuesta, a pesar de nuestro porvenir
incierto, algunas ideas nos parecen claras: consideramos que los
derechos reproductivos conllevan posibilidades y lÌmites. En nuestra
sociedad, debido a las polÌticas neoliberales, los derechos
"p˙blicos" son cada dÌa m·s "privados". Por
ello, consideramos importante que las mujeres demandemos leyes, polÌticas
y programas porque al demandar por el acceso y ejercicio de derechos lo
estamos haciendo por la autonomÌa y, en ese proceso a travÈs de la
construcciÛn ciudadana, por la emancipaciÛn. TambiÈn consideramos
necesario abrir el debate que nos permita, como feministas, traspasar
los lÌmites y ampliar las posibilidades que los propios derechos
reproductivos nos plantean. La demanda por el aborto legal podrÌa ir
reabriendo un canal en esa direcciÛn, dado que, a nuestro entender,
conlleva esa capacidad de subvertir el orden patriarcal estableciendo
nuevas reglas de juego en el ejercicio del poder. Se trata de retomar
las huellas de la utopÌa en la esperanza de caminar hacia una sociedad
m·s justa e igualitaria.
V.
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