La presentación de un
nuevo proyecto de legislación sobre el complejo problema del
aborto en nuestro país tiene de positivo el que se vuelva a
hablar del tema sin tapujos. Pienso que el objeto central del
debate debe ser siempre apoyar a las personas que se encuentran
ante el doloroso dilema del aborto. Habría que dar signos
claros en ese sentido dado que lo polémico del asunto hace que
se tiendan a polarizar las posiciones en torno a si estamos ante
un crimen o no, si hay que penalizar o despenalizar el aborto,
si la persona empieza su existencia en tal o cual momento,
etcétera.
Ayudará al
esclarecimiento del debate puntualizar en brevísimos párrafos
cual es la posición oficial de la Iglesia Católica respecto
del aborto para luego explicar en que puntos pienso que deberá
avanzar una nueva propuesta cristiana.
La Iglesia afirma en el
reciente catecismo que "la vida humana debe ser
respetada y protegida de manera absoluta desde el momento de la
concepción. Desde el primer momento de su existencia el ser
humano debe ver reconocidos sus derechos de persona, entre los
cuales está el derecho inviolable de todo ser inocente a la
vida". (n.2270.Cfr. Congr. Para la Doctrina de la fe,
Instr. Donum vitae 1,1).
Después de afirmar que
"desde el siglo primero, la Iglesia ha afirmado la
malicia moral de todo aborto provocado y que esta enseñanza no
ha cambiado"(n.2271), sostiene que "la
cooperación formal a un aborto constituye una falta grave (y)
la Iglesia sanciona con pena canónica de excomunión este
delito contra la vida humana"(n. 2272).
Dice también que debe
ser elemento constitutivo de la sociedad y de su legislación,
entre otras cosas, "el respeto y la protección que se
han de garantizar, desde su misma concepción a quien debe nacer
(y) exige que la ley prevea sanciones penales apropiadas para
toda deliberada violación de sus derechos"(n.2273).
Finalmente, "puesto que debe ser tratado como una
persona desde la concepción, el embrión deberá ser defendido
en su integridad"(n.2274).
MI PUNTO DE PARTIDA.
Por si después no queda claro, ayudará a establecer desde ya
cuál es mi posición personal y lo que quiero proponer aquí
como alternativa cristiana.
a)Todo aborto es
destrucción de una vida humana (no digo persona humana) y, como
tal, un gravísimo e irreparable daño.
b)El concepto de crimen
es difícilmente aplicable al aborto. Es más, pienso que en
Uruguay la mayoría de los abortos no caen bajo la ley que los
considera como un crimen imputable. Por ello me siento obligado
a estar del lado de las mujeres que se han sentido impulsadas a
abortar.
c)La penalización del
aborto no soluciona el problema planteado y de hecho, resulta en
una grave injusticia, dañina en la inmensa mayoría de los
casos. Por lo tanto es inmoral y no puedo menos que estar
totalmente en contra de la penalización del aborto.
d)Todas estas
afirmaciones se desprenden de mi convicción moral cristiana que
creo se enraíza en el espíritu de Jesús.
Si de todo sufrimiento
humano debemos hablar con respeto y vergüenza de no hacer todo
lo posible por superarlo, con más razón de la angustia, la
agonía y la culpabilidad inducida por el aborto en nuestra
sociedad.
Me hago cargo del hecho
de que como varón nunca podré sentir y vivir esa situación
como la mujer. También del hecho que no lo pueden vivir y
discutir de la misma manera las mujeres que lo han vivido y
aquellas que no; de quienes lo vivieron acorraladas y empujadas
a ello por muchas razones y quienes lo vivieron con recursos
materiales y otras seguridades. Debo dejar constancia también
del silencio sufriente de las víctimas más indefensas y
afectadas por el aborto: las mujeres pobres, los fetos y sus
familias.
Detrás del problema
del aborto, de su penalización o no, se juegan otras realidades
humanas muy graves: la dignidad de la mujer, la injusticia
social, el machismo, la ignorancia respecto de la sexualidad,
diferentes actitudes culturales y morales respecto de la vida,
el uso de anticonceptivos, de la moral, el papel de las
autoridades civiles y eclesiásticas, etcétera. Esto complica y
generalmente desvía el debate llevándolo a callejones sin
salida.
Es claro para todos que
el aborto siempre es una tragedia, un daño irreparable. Nadie
justifica el aborto en principio y todos pensamos que hay que
luchar contra él eficazmente. Ninguna mujer aborta por deporte,
gustosamente o por diversión.
ACERCA DE LA
JUSTICIA. A los efectos de
centrar el debate me parece imprescindible aclarar qué es
hacer justicia.
La primera forma de
entender como se establece o repara la justicia es ajusticiando
(de acuerdo con la ley) al culpable de un delito. Esta justicia,
la nuestra, termina en la cárcel o su equivalente de acuerdo
con la gravedad del dolo.
La segunda forma de
entender qué es hacer justicia, significativamente la inversa
de la anterior, afirma que basta con encontrar una ley o
una tradición moral (y una autoridad) que explique o avale, que
justifique nuestro comportamiento, para que hayamos
cumplido con la justicia.
Pues bien, pienso que
ninguna de las dos posiciones tiene nada que ver con la
solución justa. Por eso sólo cabe una tercera manera de
entender el hacer justicia. Creo que nos ayudaría aquí usar el
término ajustar. Para el humano, hacer justicia es (debería
ser) lograr – creativa y responsablemente- la supervivencia de
toda vida en el cosmos: que la realidad y los seres vivos
(especie e individuos) se ajusten armoniosamente de tal
manera que sea posible al supervivencia de todos.
Se debe centrar el
debate en descubrir qué pasos hay que dar para evitar, de
manera realista y eficaz, el que se sigan realizando
abortos, o mejor, para evitar que una mujer se tenga que
plantear el aborto como única alternativa, o como la menos
amenazante en un momento concreto de su vida.
EVITAR LOS
ARGUMENTOS FALACES. No se puede
simplificar la polémica sobre el aborto en dos bandos extremos
irreconciliables: el que dice que para salvar fetos hay que
ajusticiar, eliminar o sancionar socialmente a las madres y el
que sostiene, por el contrario, que para defender a las madres
se puede aceptar o justificar la destrucción de los fetos. En
esta disyuntiva de hierro lo trágico es que se ajusticia
siempre a la propia víctima, porque es la más débil, la que
no puede o no tiene los medios para defenderse.
Detrás de estas
simplificaciones está una posición social hipócrita,
dispuesta a no conceder que una mujer pueda abortar ni tampoco a
que pueda tener os hijos que quiera sin que la corran de la casa
sus padres o sus maridos, que no le den trabajo o la corran del
trabajo los patrones por estar embarazada, que la excomulguen de
la Iglesia, o simplemente la corran de la vida el hambre y la
miseria.
Claro, es mucho más
fácil evitar todo este conflicto amenazándola con la cárcel
si aborta. Siempre será más fácil eliminar fetos o mujeres
que luchar contra las verdaderas causas sociales del aborto. Lo
paradójico es que ninguna de lasa dos posiciones ha llevado
nunca a terminar con los abortos sino con las víctimas.
Mientras persistan las causas que llevan a las mujeres a
abortar, ellas seguirán abortando.
-El embrión no es
parte del cuerpo materno.
Ninguna persona
medianamente informada de las realidades biológicas puede
sostener hoy día que la mujer es una especie de recipiente y
que dentro de ese "frasco" hay un feto que tiene el
inviolable derecho a vivir. Pero tampoco puede sostener que el
feto es parte de la madre. Es un hecho biológico
incontrovertible que ya el cigoto tiene una carga genética
propia, y que por lo tanto no puede ser considerado parte del
organismo de la madre. En el caso del feto, además, regula sus
propias funciones, etcétera. Ninguna mujer embarazada, por lo
demás, piensa que lleva una especie de tumor o excrecencia en
su propio organismo. Por otro lado sería ridículo no sostener
que sólo quien puede embarazarse es la mujer. Una probeta nunca
podrá estar embarazada a pesar de que contenga en su interior
un óvulo fecundado.
-Mi cuerpo es mi
propiedad
Podemos también decir
que el manido argumento de algunas feministas de que mi cuerpo
es mi propiedad, también es parcial y falsea la realidad.
Presupone una visión individualista e irreal porque "mi
cuerpo" es también una realidad social y como yo
pertenece a la sociedad, no puedo hacer con él lo que se me
ocurre. Si la mujer tiene un derecho válido y fundamental a
decidir sobre su cuerpo ese derecho es el de un ser social, no
puede ser absoluto y totalmente independiente de los demás
seres que conforman su realidad.
*El embrión es una
persona humana.
Son varias las razones
fijar con certeza científica el momento cuando aparece una
persona humana:
a)La inmensa mayoría
de los cigotos nunca llegará a implantarse en la matriz (hasta
el 80 por ciento) y sería extraño pensar que la propia
naturaleza "desperdicia " la mayoría de las
"personas".
b)Antes de la
anidación del embrión (unos 14 días) no existe
individualidad, la estructura celular no define la
individuación: pueden resultar gemelos (dos individuos) de un
cigoto inicial, o un solo individuo de dos cigotos iniciales. Y
parecería haber consenso en que la individualidad es
constitutiva sine qua non de la persona.
c) La información
genética que posee el cigoto es insuficiente para su
desarrollo. Para que continúe el proceso y haya persona se
requiere información genética exógena, que no está presente
en el cigoto. La presencia de un código genético en un cigoto
desde el principio no determina la existencia de una persona.
Esta información no es operativa para generar los procesos
ulteriores de desarrollo.
d) Se argumenta que
entre el cigoto y la persona futura existe una relación de
"potencia" y "acto". Es decir, que es
persona "en potencia" la que después será persona
"en acto". Pero este principio filosófico parece no
operar en el terreno de la biología. No existe una relación
física continua como de la potencia al acto, por la sencilla
razón biológica de que el cigoto sólo sería potencia en
términos de información genética. Si no entran en juego
muchos otros elementos exógenos, la potencia que sería el
cigoto nunca podría pasar a ser acto.
Lo que sí existe es la
posibilidad de un desarrollo continuo de la vida humana (de
donde podemos deducir un principio vital) y junto a esa realidad
aparece la de la debilidad inicial del ser humano, que permite
visualizar al aborto como un al tramo más indefenso de la vida,
y esto plantea una diferencia en el plano ético con otros tipos
de agresión a la vida como la guerra defensiva o la pena de
muerte.
-La vida humana
comienza con la fecundación.
Pero la defensa de la
vida humana no es absoluta en todos los casos, sabemos
que siempre hubo excepciones. Y más allá del planteo ético,
si vamos al extremo del dato biológico-estadístico, nos
encontramos con que la misma naturaleza es normalmente abortiva.
Los biólogos calculan con un amplio margen de verdad que el 70
u 80 por ciento de las concepciones tiene anomalías
cromosómicas y termina en abortos debido al sistema de
selección natural que opera durante los siete primeros días
después de la fecundación. Y antes de la implantación, que
generalmente se produce a los 21 días, lo que existe es
información genética derivada de la conjunción entre el
óvulo y el espermatozoide. Y para que se consolide esa vida es
fundamental que intervengan en interactúen muchos otros
factores ambientales. En este estadio no podemos hablar de
persona humana, simplemente de vida humana en desarrollo.
Y llevando más lejos
el argumento de la moralidad o inmoralidad de interrumpir el
proceso es importante saber que desde el punto de vista
biológico es absurdo forzar posiciones éticas, políticas o
religiosas, hablar de crimen o asesinato de una persona humana.
Porque generalmente esos argumentos parten de una decisión de
fijar arbitrariamente un momento de un proceso evolutivo.
Entonces, el problema
de la penalización de aborto se reduciría a ponernos de
acuerdo en o siguiente: "¿A
partir de qué etapa del desarrollo embrionario se justifica su
interrupción? La discusión a este nivel resulta trivial desde
el punto de vista biológico, ya que cualquier intervención
humana cuya finalidad sea evitar el desarrollo de un óvulo
tendrá la misma consecuencia: ¡impedir que nazca un
bebé!(...) Si el óvulo es el eslabón entre una generación y
la siguiente, ¿en qué etapa de su desarrollo es moral evitar
que se continúe?".**
¿QUÉ PUEDE DECIR
LA ETICA?. En realidad muy poco
y mucho a la vez, porque la ética raras veces abandona la
ambigüedad y las generalidades. Y no las abandona porque no
puede. El aborto es un excelente ejemplo de la insuficiencia de
los imperativos categóricos para resolver casos concretos, y
también un ejemplo de la autonomía de la persona como última
instancia decisoria.
¿El derecho a la vida
está en el mismo plano que los otros? Yo creo que no, pero el
valor de la vida no es único, hay otros valores y es común que
se den conflictos de valores entre vida y libertad, entre hijo y
madre, entre hijos, etcétera. Hay muchos valores y conflictos
generalmente muy difíciles de solucionar. Pero también vimos
que el valor de la vida no es un valor cualquiera, tampoco es un
valor único, es un valor radical, fundante. El asunto es que la
vida siempre será un valor fundamental, no un mero concepto
descriptivo. Al menos siempre nos sería difícil reducirla a la
mera vida biológica.
Llego a la conclusión
de que, por tal razón, una ética que pretenda ser para todos
(y no sólo para un grupo religioso) estará generalmente
obligada a optar por suspender el juicio ante el aborto, es
decir, dejar la decisión a la autonomía de la persona (y esto
es otro principio sine qua non de la ética). Habrá que tener
también en cuenta circunstancias, plazos, etapas y las vidas
que están en juego en cada caso, porque son diferentes y no
puede haber una respuesta válida unívoca para cualquier
situación. La decisión moral, finalmente, será siempre
personal, solitaria y, en consecuencia, muy dolorosa y nada
fácil. Al menos podemos evitar que sea clandestina.
EL DESAFIO DE
AJUSTAR LA REALIDAD. Si el
aborto implica una injusticia fundamental en sus dos vertientes,
que están dialécticamente relacionadas, el problema no es
buscar cómo se castiga a las mujeres que abortan, ni tampoco
que puedan abortar en paz. Se trata de luchar para que cada
mujer pueda sentirse reconocida y se respete su derecho a tener
los hijos que quiera, sin verse amenazada por su embarazo a
raíz de realidades económicas, laborales, de salud, de entorno
familiar, religiosas, de reputación, etcétera.
Mientras no logremos un
análisis serio de las causas y las condiciones socioeconómicas
y culturales del aborto, mientras no iniciemos un proceso
responsable de ajuste social para eliminarlas, todo
juicio y castigo a las supuestas culpables no pasa de ser un
fariseísmo moralista que se leva las manos y la conciencia.
Si somos realistas
tenemos que aceptar que en este momento en nuestro país es
difícil esa justicia, no es por tanto posible dar respuestas
morales eficaces. Quizá sólo podamos empezar a ajustar esa
realidad quitando muchos elementos negativos que estén a
nuestro alcance.
Volvemos a la necesidad
de despenalizar el aborto. Porque mientras exista tan monumental
desajuste social la capacidad de hacer justicia y de verdadera
misericordia en nuestra sociedad será lejana. Así la
penalización hace de pantalla distractiva que impide enfrentar
con la mínima honestidad el problema del aborto. Mientras la
sociedad no abra salidas reales para que las mujeres no se vean
empujadas a abortar, no tiene derecho a penalizar el aborto. Ya
dijimos que es hipócrita e inmoral castigar por un lado lo que
ella misma obliga a cometer por el otro.
¿EL ABORTO ES UN
CRIMEN?. Si ya dijimos
claramente que el aborto es un daño gravísimo, un atentado
contra la vida humana que afecta de manera irreparable y
definitiva una po más vidas y que nunca se podrá reajustar,
ello no quiere decir que automáticamente el aborto sea un
crimen, y que en ninguna circunstancia se pueda abortar sin
cometer una grave inmoralidad.
No todos los homicidios
se castigan de la misma manera e incluso hay algunos que lisa y
llanamente están exentos de sanción penal. El ejemplo más
trágico de esto es el verdugo que aplica la pena de muerte:
mata seres humanos, pero legalmente no es un criminal.
Al respeto recordemos
que desde siempre la moral tradicional distinguió entre daño y
culpa. El daño sí es algo objetivo y depende directamente del
desajuste o deterioro que se produce en la vida humana, en las
personas concretas y su entorno. Pero la culpa es otra cosa.
Depende de otros factores como el de la libertad, el
conocimiento, la responsabilidad de quien comete el daño.
De aquí se deduce que
si no hay libertad real, sea porque dicha persona realmente no
pudo – o no vio que podía- actuar de otra manera, por mil
razones, como por ejemplo porque actuó bajo presión grave,
física o psicológica, esa persona no debe ser culpable ni
imputable de castigo.
El mismo derecho
canónico de la Iglesia Católica establece claramente las
circunstancias que eximen de culpa y castigo a quien infringe la
ley (y por tanto no cabe la excomunión). El Canon 1324
especifica que "se debe atenuar la pena establecida en
la ley o precepto (...) cuando el delito ha sido cometido por
quien actuó coaccionado por miedo grave".
Es evidente, para el
observador honesto, que la mayoría de las mujeres que abortan
en nuestro país se encuentran en este tipo de circunstancias.
Lo ve como la salida menos destructiva e inhumana, como la
única salida. Difícilmente podríamos alegar que aquí hay
egoísmo, maldad o comodidad. Está entre una trágica
disyuntiva entre lo que percibe como dos males y normalmente se
inclinará por el que consideró menor en esas circunstancias.
Por lo tanto, ni puede considerarse culpable, ni cae bajo la
excomunión y tampoco debería caer bajo una pena civil.
Es por demás ridículo
aducir aquí alternativas ideales, hablar de heroísmos o de
soluciones como la de que se den a luz esos niños y se
entreguen en adopción. Ello ignora la enorme carga de
sufrimiento y culpabilidad que llevan el embarazo no deseado y
el desprenderse después del hijo en esas condiciones. Además
de que prácticamente sería imposible plantearse la adopción
de miles de niños por año en el país.
CONCLUSIONES.
Debemos procurar en este debate zafar a la danza de las cifras
que se usan para justificar las diversas posiciones en contra o
a favor de la penalización del aborto. Dada la clandestinidad
de la mayoría de los abortos, la complejidad de sus causas y
mil factores más, es casi imposible obtener datos precisos. A
esto se suma que los datos se manejan de manera tremendista, con
interpretaciones parcializadas o manipuladas, para apoyar una u
otra opinión. Y esto en todos los campos: médico, legal,
religioso, etcétera.
Si aceptamos la noción
de hacer justicia como el ajustar la realidad para que vuelva a
ser humana en determinada circunstancia, es evidente que
ajusticiar por medio de una ley que castiga el aborto no
resuelve nada. No se reajusta nada porque no le da a la persona
las posibilidades de vivir mejor y superar las circunstancias
que la llevaron al aborto. Encarcelar a una madre de familia,
como nos podemos imaginar, crearía unos problemas insolubles
que tendrían como efecto casi automático la destrucción de
los hogares Aquí el castigo sólo añade un mal a otro que se
pretende evitar.
Si la penalización es
inútil, todavía se podría pensar que la amenaza cumple una
función disuasiva para impedir que se siga abortando. Pero esto
es totalmente falso. A los hechos nos remitimos: con la ley
vigente desde hace muchos años, ni se aplica ni se ha dejado de
abortar Y esto por la sencilla razón, entre otras, de que si
una mujer llega a la circunstancia de versa tan acorralada y en
tal angustia que decide incluso arriesgar su salud y hasta su
vida para salir de ella, no se va a detener por el miedo al
hipotético castigo, que por lo demás depende de si es
descubierta o no, de si ulteriormente es acusada y de si
finalmente es condenada, cosa que sabemos improbable que suceda.
En conclusión: si la
norma penal no tiene la más mínima eficacia, no tiene sentido
alguno mantenerla. Más aun, sino se dan las condiciones
mínimas que hacen humanamente posible el cumplimiento de una
ley ésta no obliga, es inválida y quien la exige o pretende
aplicarla es injusto. Es, creo, el caso de la ley que penaliza
el aborto actualmente en nuestro país.
*Publicado en BRECHA,
13-94. Aquí se reproducen extractos
** Afirmaciones de
Horacio Merchant Larios, del Instituto de Investigaciones
Biomédicas de la Universidad Nacional Autónoma de México
(UNAM), en el número de la revista Ciencias.