ENTRE EL DESEO Y LA
NORMA
La despenalización del aborto en
Uruguay (1934-1938)
Graciela Sapriza
La aprobación a tapas
cerradas del nuevo Código Penal de Irureta Goyena, en diciembre
de 1933 - pocos meses después del golpe de estado de Gabriel
Terra - sorprendió a muchos sectores y escandalizó a los católicos.
Por sus nuevas disposiciones se despenalizó el aborto y se
admitió la eutanasia, llamada homicidio por piedad. Desde los
primeros días de enero de 1934, juristas, médicos, políticos
y obispos católicos confrontaron ideas y propuestas.
Finalmente, la presión de los sectores conservadores de
distintas tendencias logró penalizar el aborto en 1938, luego
de largas negociaciones en el Parlamento y en la prensa.
Esos años constituyen
un momento privilegiado para los/as historiadores/as, porque
resume tres décadas de un debate alrededor del cuerpo. Amor,
sexualidad, libre disposición y control sobre el cuerpo son los
términos de una especial confrontación que remiten en
definitiva al conflicto entre lo individual y lo colectivo.
Instaurado en el filo
del siglo, este conflicto constituirá el centro de
debates y argumentaciones que articularon distintos discursos
sobre la vida privada, las relaciones intimas Algunos de esos
discursos se perfilan con mayor nitidez -o la larga duraci¢n
los presenta como un todo comprensible y realizado-. Las
propuestas de las feministas conforman uno, el discurso médico
y eugenista es quizás su interlocutor privilegiado, pero
comparte un mismo espacio con el católico más o menos
ortodoxo, el de los "librepensadores" y el de los políticos
progresistas.
Los "misterios de
la vida privada" a los que se referirá la maestra
feminista de principios de siglo, María Abella, expresan las
profundas transformaciones que estaban ocurriendo en la
sociedad, a nivel de la vida cotidiana, en la intimidad de las
familias, en sus formas y contenidos. Muestra a su vez un
momento de transición en la definición de los roles sexuales.
Habla del inicio de un proceso de conformación de la
individualidad, un "despegue" de los/as individuos/as
de la coerción de lo colectivo.
Cuanto este debate llegó
a la discusión parlamentaria, gracias a la despenalización del
aborto, se produjo algo singular: se convirtió en un tema político.
Por primera vez quedó en evidencia que algo aparentemente del
orden de los afectos, perteneciente a la vida privada; la
reproducción humana, interesaba a gobernantes, parlamentarios,
juristas y obispos. La reproducción fue investida de su
verdadera dimensión política. Nunca antes quedó tan en
evidencia que población, política y razones de estado estaban
en el mismo paquete. Y que las mujeres en su calidad de
reproductoras de la especie, eran consideradas como una simple
función de esas variables.
El deseo de las mujeres
de ser dueñas de su propio cuerpo, sigue siendo una
reivindicación controvertida. Las feministas de principios de
siglo lograron el reconocimiento de los derechos educativos, políticos
y civiles para las mujeres, (voto, divorcio, patria potestad
compartida, fijación mutua de domicilio, reconocimiento de
bienes gananciales) pero aún no se ha resuelto el derecho al
cuerpo.
La no resolución del
"ser dueña de su propio cuerpo" encuentra explicación
en la complejidad de asuntos que se tramitan alrededor de la
reproducción y su control. estos van desde el trazado de políticas
de población, al rol de la familia en la sociedad y el de la
mujer dentro de ella. Desde la "cuestión social" y la
preocupación por el porvenir de "la raza" hasta los
avances del poder médico y la contención de las parteras.
De estos temas trata el
trabajo que desarrollamos en: "Entre el deseo y la
norma". Identificamos los discursos sobre la mujer y la
femineidad, en particular el discurso médico, pero también
descubrimos las practicas transgresoras de mujeres y comadronas
haciendo caso omiso de las reglas y las normas.
Un contexto a tener en
cuenta:
La precoz transición demográfica del Uruguay
Una temprana
transición demográfica y la práctica extendida del aborto
como método anticonceptivo constituyen el telón de fondo de la
despenalización del aborto ocurrida en los años de la
dictadura de Gabriel Terra.
Al "antiguo régimen
demográfico" con una alta natalidad y también alta
mortalidad -sobre todo infantil- le sucede un descenso de los
dos índices, iniciando el proceso conocido como de transición
demográfica.
Para el Uruguay es difícil
establecer con precisión cuando comienza a procesarse este
cambio. Para los historiadores Barrán y Nahum (1979) este
proceso se sitúa en el novecientos. Trabajos más recientes
(Pellegrino-Camou, 1993; Pollero, 1994) polemizan e introducen
matices a esta afirmación.
En estas
investigaciones de corte demográfico se subraya la dificultad
para obtener datos dado lo esporádico de los registros. Entre
los dos primeros Censos Nacionales de población de este siglo
(1908-1963) median cincuenta y cinco años. "El primer
Censo Nacional del siglo XX corresponde al periodo en que la
transición comenzaba a procesarse y el segundo se realiza
cuando la transición ya est terminada o casi
terminada". (Pollero, 1994, 10) ()
Señalan además la
necesidad de tener en cuenta las tasas diferenciales de
fecundidad (desagregando los datos en mujeres urbanas y rurales,
por ejemplo, inmigrantes y criollas, de sectores obreros,
populares, medios y/o altos, etc.) para poder definir que‚
sectores de la sociedad inician esa transición y llaman la
atención sobre la escasa confiabilidad de los datos de
nupcialidad, por el alto número de uniones y nacimientos ilegítimos
que se observan en el país en ese período.
Aun teniendo en cuenta
estas y otras limitaciones, se puede sostener que, "en
nuestro país" /el inicio de la transición de la
fecundidad/ "sucede en la década de 1920 o más
precisamente en el quinquenio anterior, de 1915-1919 al mismo
tiempo que en los países de Europa meridional y prácticamente
cinco décadas antes que la mayoría de los países
latinoamericanos". (Pollero, 1994,8).
Si bien habría que
discutir que‚ sectores de mujeres encabezaron este proceso, en
la década del 30', el descenso de la natalidad era un hecho que
se podía constatar y que ya causaba alarma. En esos años se
publicó, "Historia y análisis estadístico de la población
del Uruguay" de Narancio y Capurro Calamet donde hacían
ver, "la importancia del descenso de la natalidad en
nuestro país".
Los autores trazan una
gráfica impactante para el periodo 1881-1935, una flecha
descendente -con algunas mesetas- indica el descenso de los
nacimientos.
"Basta hechar una
ojeada a los cuadros gráficos que acompañan estas
observaciones, para darse cuenta de inmediato de la importancia
que asume el descenso de la natalidad en nuestro país. De
acuerdo con los valores reales, es decir, aquellos que
determinan el movimiento cíclico, de un índice de 43,21 %. que
corresponde a un promedio de 22.192 nacimientos para una población
media de 513.537 almas durante el qinquenio 1881-85, se baja a
un ¡índice de 21.55%. correspondiente a un promedio de 42.661
nacimientos para una población media de 1.979.329 habitantes
durante el qinquenio 1931-35. El índice ha descendido, en 55 años
un 21.66%. Más del doble" (Narancio-Capurro, 1939,
103-104)
Este proceso se inició
en las primeras décadas del siglo simultáneamente a la
consolidación de una sociedad de clases medias, dos aspectos
característicos del acceso a la "modernidad" en el país.
Se postuló un "nuevo modelo de familia" y un nuevo
rol para la mujer, con menos hijos a los que debía atender en
su salud y educación para garantizar su sobrevivencia.
¿Cómo se llegó a ese
modelo con tan escasos recursos anticonceptivos, tan poco
conocidos? Una de las formas de reducir el número de
nacimientos fue propiciar el matrimonio tardío, como había
sucedido en Europa anteriormente, aunque no la única. Se
recurrió al coitus interruptus elusivamente llamado
"escamoteos de alcoba", también al condón -cuyo uso
se extiende en la época para prevenir enfermedades venéreas-.
Pero el aborto, se presenta como el principal regulador de los
nacimientos.
Tan extendida debe
haber sido su práctica que se registra ese hecho excepcional en
el contexto latinoamericano, la despenalización del aborto en
1934, () (la prohibición establecida por el viejo Código de
1889, de todas maneras, no había impedido que el aborto fuera
práctica común anticonceptiva).
"Veleidades
maternas"
La angustia económica
es la principal causa de los abortos, sostuvo el médico Augusto
Turenne. Fundamentaba esa opinión en sus tantos años de
trabajo en el Hospital Maciel, y en sus recorridas por los
conventillos. "No olvidemos tampoco ante la situación
angustiosa de ciertas grávidas involuntarias, cuan fácil es
sentar cátedra de Moral y hacer alarde de intransigencia cuando
se presencia el espectáculo desde la platea". (Turenne,
1929, 13)
Salvador García
Pintos, no compartía ese criterio piadoso. Médico católico,
encaró la lucha contra el aborto como la verdadera causa de su
sector político, la Unión Cívica.
Sostuvo que la práctica
del aborto suprimía, "la defensa del niño que se
gesta, entregándolo inerme al azar de las veleidades
maternas" (subrayado nuestro)
Las "veleidades
maternas" pasaban por el miedo al embarazo y el parto, que
podían experimentar las mujeres y las escasas posibilidades de
evitar los embarazos.
Los limitados m‚todos
anticonceptivos de la ‚poca quedan resumidos en tres grupos.
En primer término todos los m‚todos anti-concepcionales
"primitivos": químicos, mecánicos o funcionales
(preservativos y pomadas antiespermáticas, pesario, coitus
interruptus, etc) que no eran recomendados por los ginecólogos
por ser de eficacia deficiente y además, su aplicación,
"es a veces incompatible con las intimidades de la vida
conyugal o cuyos resultados pueden ser funestos para el
equilibrio psico-físico de los conyuges".
Los pesarios cervicales
e intra-cervicales, tampoco eran aconsejados porque la constante
irritación ejercida sobre el útero podían constituirse en
determinantes de aparición del cáncer uterino.
Se ensayaba con
esterilización por irradiación (Rayos X, Radium y mesotorio)
pero la inseguridad de resultados hacían desaconsejar su
empleo. Se realizaba la esterilización temporaria por inclusión
ligamentaria del pabellón tubario pero exigía una laparotomia,
es decir una operación quirúrgica.
El método Ogino, al
que harán referencia los debates parlamentarios, comenzaba a
difundirse en la época, con la bendición de la Iglesia católica
que acepta, expresamente en la Encíclica Casti Connubis (1930),
las relaciones sexuales de los conyuges sin fines procreativos.
Este m‚todo se basaba en el descubrimiento de los ciclos
hormonales en la mujer y recomendaba la abstención de
relaciones sexuales durante los "periodos fértiles".
Finalmente quedaba en
el campo de la experimentación, la "esterilización biológica".
Fue necesario esperar hasta la década del 60' con el
advenimiento de la pastilla, el logro de lo que el médico
Turenne adelantaba como: "la provocación de un estado
humoral anti-espermático" /cuyo secreto estaría en/
"el despertar de un proceso que la Naturaleza emplea y que
explica ciertas infecundidades transitorias o definitivas que el
más delicado y preciso exámen es incapaz de aclarar."
Extensión del aborto
No quedan dudas de que
el descenso de la natalidad se asoció al incremento del aborto.
Augusto Turenne en su Informe al Congreso Médico Nacional de
1916 ya se asombraba del crecimiento "geométrico" del
número de abortos en el país. Y en una conferencia pronunciada
diez años después en el Sindicato Médico, aportaba cuadros
estadísticos sobre "el crecimiento pavoroso de los
abortos".
"Los cuadros
siguientes son más elocuentes que todos los discursos. De su
estudio se deduce que la proporción de abortos a partos que en
mi servicio clínico era de 2.05% en 1899, sube a 10.14% en
1908, a 21.69% en 1914, para llegar a 44.80% en 1923. El ligero
descenso que se anota en 1924 y 1925 responde al funcionamiento
del pabellón de ginecología del Hospital Pereira Rosell en
cuyas salas se asisten numerosos abortos que hubieran
seguramente engrosado los porcentajes de la Casa de Maternidad.
Ese cuadro muestra también que si desde 1899 hasta 1925 la
cifra anual de partos apenas se ha quintuplicado (x5.40), los
abortos han llegado en 1924 a ser 120 veces m s que en
1899".
Si estas cifras no eran
suficientemente claras, Turenne dice que solamente en su
servicio se asistieron tres mil cuatrocientos cuarenta y cuatro
abortos desde 1917 hasta
1925 a los que él
sumaba los asistidos en los diferentes Servicios de los
Hospitales y los de los grandes Sanatorios (Italiano, Español,
Inglés, Fraternidad) llegando fácilmente a 8.500 o 9.000
abortos en nueve años.
"Pero hay más aún.
En los Hospitales no vemos m s que los abortos
descarrilados por hemorragia e infección. Cuántos,
particularmente en la clientela pudiente observamos, para los
que "por si acaso" somos llamados y en los que con una
discreción profesional, inmerecida por nuestras enfermas,
decimos por lo bajo, frente al terceto: mujer, marido, partera,
lo que Rigoletto a los cortesanos: Han tutti fato il
colpo!" (Turenne, A. 1926. 4-5)
En esta ultima reflexión
se resume una valoración frecuente de los médicos y juristas
de la ‚poca, las mujeres y las parteras que las asistían,
eran consideradas cómplices de (il colpo-la culpa), la
transgresión a la norma y cómplices en el ocultamiento.
Tener menos hijos se
insinuaba como una meta a lograr, pero no se legitimaba como un
deseo propio de las mujeres. Ellas fueron destinatarias de un
discurso contradictorio, en él
que el Estado y los médicos
tuvieron una incidencia decisiva.
Transición demográfica
y cambio moral
La transición demográfica,
iniciada en el país a comienzos de siglo, se explica en un
contexto de cambios económicos, ideológicos, políticos y
también morales. La creciente secularización de la vida
cotidiana y el desplazamiento de la iglesia católica y sus
representantes, se vivió con enorme intensidad en el país. La
conformación del Estado y la ampliación de su esfera de acción,
cuyos resultados fueron la constitución de un precoz
"Estado de Bienestar", conforma otro de los rasgos
distintivos del periodo. El Estado pasó a ser el principal
demandado y el referente obligado para legitimar cualquier
iniciativa particular, proviniera de "las mujeres en
revuelta" de la corporación médica, de los sectores
populares, de los industriales o de los ganaderos.
En este escenario
ubicamos las dos propuestas medulares alrededor del cuerpo y la
sexualidad: el discurso médico y la irrupción de las
corrientes emancipatorias feministas -que comparten un mismo
espacio con el católico de viejo cuño, el de los
"librepensadores" y el político progresista-. El
Estado será en definitiva quien resuelva esta especial
confrontación.
Amor, sexualidad y
erotismo en palabras de mujer
Sin llegar a provocar
una revuelta, las feministas cuestionaban la organización de la
sociedad. En ese cuestionamiento, dirigido a la conquista de los
derechos individuales, civiles y políticos, incluyeron la
modificación de los roles sexuales dentro de la familia. Su
reivindicación del derecho al cuerpo y la libre decisión sobre
el número de hijos a tener plantearon un desafío que pronto
encontré respuestas en los intentos disciplinadores de
distintas instituciones.
La documentación habla
de reclamos referidos a las relaciones personales, a la
constitución de la familia, la sexualidad y el cuerpo. El
discurso pronunciado por la maestra María Abella en 1906,
constituye un paradigma de estos postulados que en definitiva
apuntaban a un proyecto transformador de la vida cotidiana.
El "Programa mínimo
de reivindicaciones feministas", presentado por María
Abella y aclamado por el Congreso del Libre Pensamiento
realizado en Buenos Aires, planteó reformas al matrimonio, el
reconocimiento del divorcio y el derecho de las mujeres a la
patria potestad compartida.
Contradiciendo el
aforismo de "mujer casada, pierna quebrada", exigió
el derecho de la mujer a administrar sus bienes - establecido
por contrato matrimonial. El divorcio debía ser absoluto,
bastando el pedido de una sola de las partes sin necesidad de
expresar las causas, porque "la ley no debe entrometerse a
escudriñar las relaciones ¡íntimas de los esposos, los
misterios de la vida privada" (art.11).
Sexualidad, amor y
derecho a un cuerpo propio se vinculan en el discurso de esta
feminista. "La mujer soltera y mayor de edad es dueña de sí
misma: su cuerpo es lo que m s legítimamente le
corresponde, puede hacer de ‚l lo que quiera, como el
hombre", (art 16). Agregando, "que no haya mujeres
deshonradas por el delito de amar hasta olvidarse del cálculo..."(art.4o.),
cursivas en el original), "suprimir la prisión por
adulterio, pues este puede considerarse un delito de amor, y se
ha dicho que por amor no se castiga", (art.12 ).
Este "decálogo"
feminista - fragmento de un amplio mosaico - nos introduce de
lleno en el conflicto planteado por la modernidad. Los
"misterios de la vida privada", expresan las profundas
transformaciones que se estaban operando en la sociedad a nivel
de la cotidianeidad, en la intimidad de las familias, en su
forma y contenido. Muestra a su vez un momento de transición en
la definición de los roles sexuales. Habla del inicio de un
proceso de conformación de la individualidad, un
"despegue" de los/as individuos/as de la coerción de
lo colectivo.
Algunas de las posturas
de las feministas -en particular aquellas referidas a los
derechos reproductivos- fueron compartidas por una constelación
de grupos que mantenían importantes diferencias ideológicas en
otros planos.
Las mujeres
anarquistas, llevaron adelante planteos aún más radicales.
Desde el siglo pasado se debatía sobre el "amor
libre", casi un emblema del anarquismo. El tono de esos
debates se rescata en algunos artículos de la época:
"El amor ha sido,
es y será libre siempre... lo que no es libre es la unión. ¨Por
qué preguntamos tanta aversión contra el amor libre? Es el
resultado de la sociedad en que vivimos. Desde que empezamos a
comprender, en nuestras familias vemos un padre, el jefe, la
madre a sus órdenes y eso siempre, toda la vida, que‚ hay de
extraño por lo consiguiente si no concebimos la familia de otra
manera? Cuando m s tarde nos casamos lo hacemos con la idea
de que durar nuestra unión mientras tengamos vida,
nuestra mujer debe pertenecernos en absoluta propiedad" (El
derecho a la vida. Montevideo, diciembre de 1900)
María Collazo, una
dirigente anarquista de primera línea, directora del periódico
La Batalla, planteó que la disyuntiva para las mujeres era la
de "prostituirse, suicidarse o rebelarse" porque,
"el procedimiento usual al que se someten las relaciones
sexuales bajo el régimen capitalista" /es el de la venta/
"el amor no se practica de otro modo m s que por la
coacción, por la violencia. El amor es una venta... basada la
sociedad entera en la economía... y el amor es de una venalidad
tan grande, que puede decirse que acaso es solo puro el que la
sociedad más repudia, el adúltero". (La Batalla,
diciembre de 1915)
Juana Buela, contemporánea
de María, directora de "La Nueva Senda" publicó
editoriales y artículos denunciando las contradicciones a las
que se sometía a las mujeres:
"De modo que en
esta maldita sociedad, la mujer tiene que estar continuamente
subyugada, primero bajo la férula maternal que la castiga para
que la sociedad no critique sus actos, mientras que por otro
lado la corrompe, luego bajo el látigo oprobioso del patrón y
por último bajo el despotismo de un degenerado cualquiera con
¡ínfulas de dueño autorizado por la ley y la sociedad hacen
de ella una verdadera mártir". (La Nueva Senda, agosto de
1909)
Era frecuente en los
ateneos ácratas la convocatoria a debatir "la unión
libre" y el control de la natalidad. En esa campaña
llegaron a proponer la "huelga de vientres" para no
proporcionar soldados en futuras guerras.
Algunas expresiones
literarias rescatan el clima de la ‚poca. La obra poética de
Delmira Agustini, publicada entre 1907 a 1913, fecha en que fue
asesinada por su ex-marido, descubre y exalta la sensualidad y
el erotismo femenino.
Años antes, en 1902,
Roberto de las Carreras "aristócrata anarquista"
publicó, "Amor libre, Interviews voluptuosos"
generando un escándalo porque las autoridades lo detuvieron por
considerar que atentaba contra la moral y las buenas costumbres.
Eugenistas,
neomalthusianos, librepensadores y anarquistas compartieron la
preocupación por el control de la natalidad, el destino de la
familia, el futuro de la especie -para algunos la
"raza"-. Las conferencias, debates y artículos
publicados sobre la reproducción tuvieron un efecto secundario;
que la sexualidad humana fuera un tema publico. No sólo se habló,
se moralizó y se humanizó la sexualidad al incluir al amor
como uno de sus componentes centrales.
Producción de un
discurso médico sobre la femineidad
El cuerpo médico, en
plena conformación, asumió un papel de creador de normas
morales destinadas a los sectores "subalternos": niños,
locos y sectores populares. También se constituyó en
interlocutor privilegiado de esa constelación de mujeres
librepensadoras, anarquistas, feministas o socialistas y de la
mujer en general en tanto sector subordinado.
En una sociedad
crecientemente secularizada, los argumentos religiosos ya no
servían para justificar la inferioridad femenina. Los médicos
fueron portavoces del cambio de actitud en la justificación y
racionalización del sexismo. Al mismo tiempo que se creaba la
clase médica como una elite masculina que detentaba el
monopolio legal del ejercicio de la medicina.
La ginecología, el
discurso médico sobre la mujer, la describió como un enfermo
en estado natural: "La gestación, la menstruación
"las enfermedades propias". La influencia que su
estado general puede tener sobre sus funciones propias, as¡ cómo
recíprocamente las modificaciones que sus enfermedades sexuales
pueden tener sobre ‚l. ¨quiérese un conjunto más vasto y
digno de atención?", decía el Dr. A. Turenne en 1908.
(citado por Barrán: 1992,76)
El discurso médico
definió a las mujeres como personas enfermas y potencialmente
peligrosas para la salud de los hombres. En el impulso de
conquistar el cuerpo femenino como campo de experimentación médica,
instauraron el culto a la invalidez femenina, cuya culminación
fue la histeria. Mas adelante ayudaron a construir el
estereotipo de "madre", como única función
verdaderamente "natural" para la mujer.
El aburrimiento y el
aislamiento en el ámbito doméstico de las mujeres de
sectores medios y medios altos, exacerbaron el culto a la
hipocondría. En la sociedad occidental, la "invalidez
femenina", cuyos orígenes se remonta a mediados del siglo
XIX no desapareció por completo hasta principios de la d‚cada
de 1920. La enfermedad dominaba la cultura femenina, los
balnearios medicinales y los especialistas en dolencias
femeninas, se multiplicaban por doquier y llegaron a constituir
el entorno habitual de las damas de sociedad. Era aceptable y
refinado incluso, permanecer en casa con "migrania",
"crisis nerviosas" y un sinfín de misteriosas
dolencias.
Esta moda no se
fundamentó en los riesgos reales que amenazaban a las mujeres,
sino que se apoyó en las racionalizaciones de la profesión médica.
Los textos de estudio de nuestra Facultad de Medicina provenían
de los manuales utilizados en Francia, Estados Unidos y otros países.
Los primeros egresados de la Facultad de Medicina completaban su
formación, especializando en Francia, España, o Estados
unidos. Un estudio sistemático de los textos con los que se
formaron nuestros médicos, as¡ cómo de las tesis de doctorado
presentadas por los aspirantes al título (), revelaría la
ideologización a la que estuvieron sometidas las pacientes
mujeres en el período.Lo relativo de esas "verdades científicas"
queda expuesto claramente en un libro de divulgación médica,
escrito en nuestro país por el Doctor Pedro Bengalí,
"Maternidad". En el capítulo primero dedicado a
"La Gestaste" recomienda a las mujeres que tienen
dificultades con la formación del pezón realicen diariamente
ejercicios de succión con pezonera. Aunque en su parecer:
"el mejor m‚todo sería la succión natural y directa
hecha con la frecuencia debida y por una persona inteligente, y
que a nuestro juicio, nadie se halla en mejores condiciones que
el esposo de la gestante. En defecto de ello puede emplearse un
perrito de raza grande, pero de pocos días, para evitar que con
sus dientes dañe el pezón que chupa." (Bergalli, 1892,
p.15)Cuando la ciencia médica encaró los dos "males del
siglo", la tuberculosis y la sífilis, visualizó a la
mujer como ángel o prostituta, víctima o victimaria, en esa
dualidad característica del pensamiento positivista de la
‚poca. La conexión entre la tuberculosis y la innata
debilidad femenina se veía confirmada por el hecho de que la
tuberculosis solía ir acompañada de trastornos emocionales
diversos. El comportamiento característico de esta enfermedad
se adecuaba perfectamente a la supuesta personalidad femenina y
el aspecto físico se adaptaba muy bien a los c nones de
belleza femenina dominantes que probablemente la propia
enfermedad contribuyó a crear. La mujer tuberculosa no perdía
su identidad femenina; al contrario la personificaba. "Los
ojos brillantes, la piel transparente y los labios encendidos
eran sólo una exageración de la belleza femenina tradicional.
No sólo se consideraba enfermizas a las mujeres, sino que la
enfermedad misma se consideraba femenina" (Ehrenreich,
p.50) En cuanto a la sífilis se cargó todo el peso de la culpa
a la prostituta, "cloaca inmunda" al decir de los médicos
uruguayos de comienzos de siglo. En la prostituta se descargó
todo el poder médico, se las aisló en el
"sifilicomio", se las sometió a revisaciones periódicas
para autorizarlas a ejercer (posición conocida como
reglamentarismo). Humillaciones que hicieron solidarizarse a las
primeras feministas con sus "hermanas". Paulina Luisi
encaró el tema denunciando la doble moral y asumiendo una
postura abolicionista. Polemizó -aún con sus colegas médicos-
en una serie de artículos recopilados m s tarde en
"Otra voz clamando en el desierto". (Montevideo, 1948)El
origen sexual de la neurosisLa culminación del culto a
la invalidez femenina en m s de un aspecto fue la histeria.
La enfermedad se propagó vertiginosamente aunque casi
exclusivamente entre una selecta clientela de las ciudades y de
edades comprendidas entre los 15 y los 45 años. El mal no tenía
ninguna base orgánica demostrable y era totalmente inmune a los
tratamientos médicos. En nuestro medio, el Dr. Bernardo
Etchepare dejó constancia de algunos tratamientos realizados
sobre mujeres "histéricas". En su exhaustivo trabajo
sobre "Medicina y Sociedad", Barrán (1992) pone de
relieve el encare que dieron los médicos uruguayos a una
neurosis considerada exclusivamente femenina. "Fueron las
mujeres histéricas las destinatarias "naturales" del
poder con valor terapéutico de estos médicos hombres. El
sadismo erotizado del poder del macho científico se combinó
con la entrega también erotizada al poder absoluto de éste
nuevo padre, /... / El resultado fueron sesiones en consultorios
donde se reveló toda la cultura y la sociedad del
novecientos...el hombre que por hombre ordena a la mujer por
mujer". (Barrán, 1992,229)La sociedad había destinado a
las mujeres de clase acomodada a una vida de reclusión e
intimidad y la medicina había justificado este papel describiéndolas
como personas congénitamente enfermas. Algunas historiadoras
afirman que "con la epidemia de histeria las mujeres
estaban aceptando su inherente condición de enfermas al mismo
tiempo que encontraban la manera de rebelarse contra un papel
social intolerable". (Ehrenreich, p.60)Santín Carlos
Rossi, uno de nuestros primeros siquiatras, rastrea en "El
criterio fisiológico" el origen sexual de esa patología
femenina: "La opinión que atribuye origen sexual a las
psico-neurosis es tan antigua como la medicina pues el nombre de
la m s dramática de aquellas, la histeria, fue tomada por
Hipócrates de su pretendida etiología uterina" Esta obra
escrita en 1919 es una de las primeras en mencionar la obra de
S. Freud. Rossi se refiere a "la teoría pansexualista del
Profesor Freud, de Viena, más conocida en literatura científica
con el nombre de Psico-análisis" La percepción y aún la
información de que la histeria podía ser la manifestación de
una sexualidad reprimida por la imposición de un doble código
moral, uno estricto para la mujer, otro permisivo para el
hombre, no llevó sin embargo a que Santín Carlos Rossi
reconociera en esa desigualdad de roles sexuales una transgresión
a las leyes "naturales y biológicas" que ellos
recomendaban respetar. Por el contrario, Rossi buscó justificar
esa disparidad de roles al decir que el instinto sexual -o
impulso genésico- era mucho m s apremiante en el hombre
que en la mujer. Resultaba claro para él que la mujer
"sentía menor deseo "que el hombre; la continencia en
la mujer era más fácil dado que: "es perfectamente
concebible la castidad si, por medios higiénicos y una gran
elevación moral, la abstinencia no es
"forzosa",.....pero el hecho de que las personas del
sexo femenino tienen un mecanismo desintoxicador de elementos
reproductores que funciona periódicamente (menstruación),
significa que es muy posible que del punto de vista
estrictamente fisiológico la eliminación de las secreciones
sexuales se haga espontáneamente cuando llegan al máximo
equilibrio con el organismo. ( S.C.Rossi p. 167) Estos conceptos
fundamentaron el ideal de la mujer candorosa, que manifiesta
menor deseo que el hombre, y que acepta los avances masculinos
solo en función de cumplir con "el mandato biológico"
de reproducir la especie.
Numerosos productos de
la época; novelas, folletines, artículos de divulgación, las
propias canciones de moda, alimentaron el imaginario colectivo
sobre la femineidad victimizando a las mujeres, apenas un objeto
pasivo del deseo del hombre. En nuestro folclore ciudadano ha
quedado registrada la imagen de "la costurerita que dio el
mal paso", la virgen seducida y abandonada, al que harán
referencia, incluso, los miembros de la Comisión parlamentaria
al informar sobre los Proyectos de Ley presentados en Cámara.La
misoginia o ginofobia, subyacente en estos conceptos se hizo
explícita en Mateo Legnani, médico y político batllista,
"el criterio único de la mujer /para elegir compañero/
menos inteligente y menos ecuánime que el hombre, es el de la
posición social y la riqueza,/.../ la educación de la mujer es
tal, que ...el criterio seleccionador no sabe apreciarlo, es
incapaz de sentenciar en bien propio y del futuro étnico"
(Legnani, 1918, p.118)El mismo Legnani, siendo legislador
presentó en 1921, un Proyecto de Ley que exigía el Wasserman
negativo (la prueba de no tener sífilis) para evitar que las
muchachas vírgenes (sobre todo las de clase media y alta)
fueran "manchadas" por el hombre portador de la
enfermedad. La metáfora era clara y se extendía a otros
ordenes. ()División diáfana, por opuestos, así pensaron a las
mujeres en las buenas y las malas. Las de la clínica privada y
las del hospital público donde se trataba de una "mujer
prostituta" al decir del médico Próspero Brunet en su
tesis de doctorado de 1902.En su tesis sobre sinfisiotomía,
refiere que en el Uruguay la operación se practicó solo cuatro
veces. En la misma plantea el problema ‚tico que puede
presentarse al tocólogo: si éste debe consultar a la madre
para hacer la operación y darle a elegir entre una basiotripsia
sin riesgo para ella, o una sinfisiotomía, con posibilidades de
salvar al feto, pero que en aquella época, comportaba cierto
riesgo y sufrimiento para la madre. "Yo no opino como
Fochier, que cree que la conducta a seguirse en estos casos debe
ser igual en la clínica hospitalaria que en la clientela
particular, la conducta ser ciertamente igual desde el
punto de vista operatorio, pero no bajo otros conceptos....En la
clínica hospitalaria se trata de una mujer prostituta que
quiere a todo trance una operación que no le haga correr ningún
riesgo, aunque para eso haya que sacrificar al feto; en la
clientela particular se trata de una respetable señora madre de
varios hijos"..."Yo opino, que en el primero de los
casos, pondría en juego toda mi astucia para operar por la
sinfisiotomía y haría ver que es la única intervención
posible; en el segundo caso me extendería en ciertas
consideraciones, no con la enferma, sino con el marido, haciéndole
ver las ventajas e inconvenientes de las dos operaciones y ‚l,
dueño de la esposa viva y de un hijo también vivo, que
resuelva, prestándole yo mi apoyo en favor de la sinfisiotomía"
(W. Buño, Tesis de Doctorado, pp.85-86)Eugenismo, o el
temor al otroSexualidad femenina y reproducción
asociados a nivel de sinónimos y tensionados por las
diferencias de clase. No es extraño encontrar en los
comentarios de la época que se acuse a las mujeres de no querer
tener hijos, por "no afear la esbeltez del talle, o...no
perder una temporada de Opera". No resulta claro por que‚
solo se referían a las mujeres de clase alta, que eran
evidentemente quienes asistían a esos espectáculos ¿solo
ellas abortaban? y ¿solo las mujeres pobres seguían teniendo
una prole numerosa?. Aquí se cruza una preocupación de la época:
el temor de que, por alguna ironía de la historia natural, los
pobres acabaran triunfando en la nueva guerra biológica entre
las clases.
A lo largo de esta
discusión sobre el aborto veremos una clara acusación -y
negación del derecho a elegir- dirigida a las mujeres ricas por
no querer tener hijos, y una disculpa "generosa" a las
mujeres pobres cargadas de hijos que recurrían al aborto. Tan
diáfana es esa separación que tenemos derecho a preguntarnos
si la despenalización del aborto no respondió también a una
política eugenista.
El eugenismo hace su
aparición en el país a comienzos de siglo -quizá más
tarde que en otras partes del mundo- y está asociado a la idea
de decadencia de la civilización occidental por "la
degeneración de la raza o de la especie".
Los orígenes de esta
corriente -que admitió diferentes matices entre los
reformadores sociales- se encuentran en la Inglaterra de fines
de siglo, b sicamente en las recomendaciones de Francis
Galton (1883), se puede rastrear incluso en filósofos
iluministas como Condorcet (1750). Esta corriente, te¤ida del
darwinismo social de la ‚poca, alcanzó gran difusión en América
Latina en el período en estudio. Las Sociedades de Eugenesia se
multiplicaron en México, Argentina y Brasil. Sin embargo, el epílogo
dramático de esta escuela se desarrolló en Europa con la
promulgación de las Leyes racistas del III Reich alemán,
(Leyes de Nuremberg de 1935).
Esa preocupación
estaba presente en el cuerpo médico y en los políticos
uruguayos y se formulaba como "eugenesia". La obsesión
por la decadencia de la civilización fue el sustento de la
reforma moral que propusieron los médicos de la época.
"Siempre he dicho
que si no podemos ser más y mejores, seamos por lo menos esto
último, por el camino que vamos seremos seguramente m s,
pero con mayor certeza, peores." (Turenne, El contralor de
la concepción y la natalidad ilegitima. p. 38)
Mateo Legnani es más
crudo al decir: "Fuera de duda que, para el futuro de la
especie, seria conveniente dejar que el tuberculoso, el sifilítico,
el degenerado murieran pronto y sin prole. Habría entonces
selección natural, persistencia de los aptos, de los vigorosos
y transmisión de sus cualidades, libre y poderosa selección si
las ciencias médicas no "remendaran" la enfermedad.
La enfermedad cumpliría su propósito purificador en mayor
escala, exterminando a los rezagados de la caravana en
marcha". (Legnani, 1917, p.106)
Esa caravana en marcha
era encabezada por "los sujetos superiores" que
piensan en el porvenir de su descendencia y evitan los hijos o
limitan su número. "De ahí que quienes más se
reproduzcan sean los mal dotados, los imprevisores." (ibid,
p.115)
La médica feminista
Paulina Luisi participó -como casi todos los médicos de la época-
de la corriente eugenista, aunque se opuso a la intervención o
reglamentación por parte del estado. Publicó en 1918,
"Algunas ideas sobre Eugenia" donde explicita su
posición con respecto a la anticoncepción que la llevó a
aceptar el aborto eugenesico.
"Hay actualmente
,...una tendencia poderosa a limitar el aumento de los hijos;
tendencia creada por condiciones económicas en buena parte y
por circunstancias de variada ¡índole en otros casos pero que
siempre produce un resultado positivo: el decrecimiento de la
natalidad". (Luisi, 1918, p. 7)
"Todos conocen una
serie de procedimientos anticoncepcionales m s o menos
eficaces, que no dejan de ser empleados cada vez que se trata de
relaciones ilegales o cuando /.../ se quiere evitar la fecundación".
(Ibid, p.12)
"Hoy nadie se
atrevería a decir que el aborto priva a los cielos de un alma;
pero son numerosos los que afirman que no hay derecho a suprimir
un embrión porque importa suprimir una vida, esto es, perpetrar
un homicidio. No discutiremos la exactitud de la idea que
asimila el embrión al ser ya constituido, nos alejaría
demasiado de nuestro tema/.../ "hemos querido sostener la
legitimidad del aborto para muchos casos...lejos de nuestro espíritu
la idea de querer justificar esta opción en todos los
casos". (Ibid, p.23)
La preocupación por la
eugenesia fue una característica de casi todas las feministas
de finales de siglo -sostiene Gordon- Por aquel entonces la
eugenesia integraba la teoría evolucionista y a ella recurrían
muchos reformistas sociales para reforzar sus argumentos en
favor de la condición humana. Las feministas echaban mano a la
eugenesia para reforzar sus argumentos como si temieran por
instinto que sus razones, basadas únicamente en los derechos de
la mujer, no tuvieran poder suficiente para vencer los escrúpulos
de un medio conservador y religioso con la reproducción. En
consecuencia combinaban la eugenesia y el feminismo para
suscitar imagines evocadoras y románticas de la maternidad
perfecta. (Gordon, 1984, 222)
La maternidad
tutelada
Ya en los años veinte
la clase médica jugaba un papel decisivo en la configuración
de las pautas culturales y la normativa que definieron la
identidad cultural de los uruguayos, y en particular el de la
mujer y su función como madre.
La sociedad
medicalizada en la que el médico monopoliza el tratamiento de
la enfermedad y la prevención de la salud, se cumplían a
diferentes niveles en el Uruguay de esos años.
"El sometimiento
de la sociedad se tradujo en la conversión del médico y su
saber en educadores del todo social,..., en la aceptación lógica
de su rol de inventores de conductas y normas que habían
hallado en la "observación" de la naturaleza".
(Barrán, 1993)
Este poder de curar
exigió obediencia y sometimiento. "Educar al que no sabe,
proteger al que no puede, obligar al que no quiere."
dictaminaba el siquiatra Santín Carlos Rossi (El criterio
fisiológico, 1919, p.239)
En la obra de Rossi se
sostenía, con respecto a la mujer , "No encontramos
absolutamente ninguna causa fisiológica de excepción a la
humanización de la mujer con respecto a la del hombre, como no
sea la que la erige en privilegiada fisiológica durante los períodos
de la maternidad ... Por eso el capítulo de obligaciones
educativas -cultural y profesional- no debe exceptuar a la
mujer, que antes que el maestro ser la educadora de sus
hijos (subrayado nuestro), especialmente en el aspecto m s
interesante de la educación infantil, la afectividad. Ella dirá
luego si prefiere utilizar sus prerrogativas económicas o si
las abandona para someterse a los hombres-padre o compadreo-
pero la sociedad está obligada a educarla para asegurarle su
libertad, y ella está obligada a educarse para no ser parásito
social."
Conceptos emparentados
con los de un hombre bastante alejado de estas concepciones
"biologicistas" como fue Vaz Ferreira. Este filósofo
-por otra parte, tan cercano al batllismo-, en sus escritos
sobre feminismo, sostuvo que la mujer debía educarse y podía
trabajar, pero que lo ideal sería un trabajo de medio tiempo,
para que pudiera ocuparse de la familia y los hijos.
El interlocutor médico
de mayor difusión en éste período fue el eminente endocrinólogo
español, Gregorio Maranñón, cuya teoría de la diferenciación
y de la complementariedad entre los sexos alcanzó un consenso
social notable y constituyó el eje del discurso de género en
las décadas siguientes.
"Su teoría de la
diferenciación sexual partió de la premisa de que la mujer no
es un ser inferior sino diferente al varón. A partir de esta
premisa de un estatus social igual desde la diferencia, Mara¤¢n
establece el cometido social diferente y complementario de la
mujer a partir de la maternidad como eje definitorio de la
femineidad. Este discurso de género establece la maternidad y
la perpetuación de la especie como la "suprema misión"
de la mujer." (Nash, M. 1993, p.245.)
El análisis de algunos
de sus artículos, en particular sus "Tres ensayos sobre la
vida sexual" (1926) donde encaraba el tema de maternidad y
feminismo, permiten constatar hasta qué punto sus conceptos y
afirmaciones calaron hondo en nuestra sociedad. La amplísima
difusión en nuestro medio de sus publicaciones hace que la
referencia a Mara¤¢n sea un punto obligado en los artículos
periodísticos publicados en el periodo en que se discute la
despenalización del aborto.
En los informes
parlamentarios que presentan el tema del aborto se dice que
"ser madre /.../lo dice Mara¤¢n y Fray Luis de León, no
debe reducirse solamente a parir hijos con o sin defecto físico,
sino a entablar un vínculo espiritual eterno con los mismos y a
convertir luego al hijo en un hombre sano, consciente y
culto". (Diario de Sesiones C. de RR. 16/11/1937)
Los conceptos de Mara¤¢n,
de que la mujer no era ni superior ni inferior al hombre, sino
distinta servir n también al Poder Ejecutivo para sentar
sus tesis conservadoras en el Mensaje y Proyecto de Ley que envía
al parlamento en esos años.
Cita textualmente la
frase. "el sexo de cada uno de éstos, implicar una
división fundamental de trabajo no menos honda para la hembra
que para el varón. Este ser siempre el que haga la
historia, la mujer tiene reservado el destino, aún más
trascendental; el de hacer al hombre, padre de la
historia", para sostener, "Si los estados no ajustan
su estructura social a este concepto biológico, fatalmente
asistir n a la derrumbe de la actual organización
familiar: el instinto se vengar de los artificios de
nuestra civilización". (Diario de Sesiones CCRR, p.135)
Hay entonces una
conjunción de discursos, provenientes de diferentes
orientaciones filosóficas que se destinan al moldeado de la
mujer-madre, socializadora de sus hijos.
La maternidad
sacralizada al punto de convertirla en sinónimo de identidad
femenina no implicaba el respeto a la "sabiduría"
femenina acumulada culturalmente por siglos. Por el contrario,
"medicalizaba el parto, la crianza de los niños, la
alimentación entera de la familia y naturalmente, las
dolencias, los viejos espacios del poder femenino en la sociedad
patriarcal" (Barrán, 1993, p. 169)
El m‚dico Augusto
Turenne es quien realiza una campaña sistemática a lo largo
del siglo, para lograr la medicalización del parto.
Durante su intervención
en el segundo Congreso M‚dico Nacional en 1930 defendía la
institucionalización del parto y el embarazo en estos
t‚rminos.
"Al concepto
ancestral del parto y del embarazo, situaciones fisiológicas de
las que no es menester ocuparse con gran atención, concepto
corriente en el público y en particular en las clases incultas
(concepto que desgraciadamente comparten algunos médicos),
debemos sustituir el que corresponde a un estado que por múltiples
razones higiénicas, económicas y hereditarias comporta una
serie de riesgos que la vida moderna, compleja y complicada
agrava cada día y que sería culpable desconocer, con serio
desmedro de la raza."/.../ "No es posible
desinteresarse del alcance social de los desastres obstétricos,
no es solamente el porcentaje de mortalidad por accidentes grávido-
puerperales lo que debe alarmar si no tambi‚n el descenso en
el rendimiento económico - social de las mujeres que por dichos
accidentes ven reducida su capacidad concepcional, su integridad
orgánica y sin valor como elementos de trabajo y producción".
(2o. Congreso Nacional de Medicina, Tomo 2, p. 40)
Turenne fue el fundador
de la Cátedra de obstetricia de
la
Facultad de Medicina, Decano de la misma y fundador del
Sindicato M‚dico del Uruguay, adem s de director de la
Maternidad del Hospital público m s importante del país,
el Hospital Pereira Rossell. Tuvo además una destacadísima
actuación en todo el debate sobre el aborto que no llegó a
legitimar, aunque fue un entusiasta propagandista de los
m‚todos anticonceptivos. Integré la Comisión de Eugenesia
formada en 1935.
¿Qué hacer con el
aborto?
Los datos acumulados a
lo largo de esta investigación nos permiten sostener que esta
campaña que culminó con la institucionalización del embarazo
y el parto tuvo una prolongación, - o al menos un intento -, de
medicalizar también el aborto.
Existen por cierto,
otras explicaciones para la despenalización del aborto en ese
período, la suma de ellas - y no creemos agotarlas- describe la
complejidad de temas que se abordaron con ese simple artículo
incluido por Irureta Goyena.
El médico, su saber,
su pericia, fueron reconocidos legalmente por el Código Penal,
allanándole - habilitándolo para- todo tipo de intervención,
aún la del aborto.() Las pol‚micas suscitadas por las
disposiciones sobre "aborto consensual" del nuevo Código
permiten recoger ese espíritu.
Un claro militante
"abolicionista", el Dr. H. Abadie Santos sugería que
: "No pudiéndose conjurar estos hechos debe sustraérseles
a las manos torpes y venales, entregándolos como licitas
intervenciones a los idóneos, con el objeto de salvar, por lo
menos, una de las dos vidas en conflicto" (citado por García
Pintos, "El Derecho a Nacer", 1936, pp. 35-36)
Si aún restaran dudas,
Irureta Goyena, el autor del Código Penal de 1934 se encarga de
despejarlas:
"La consecuencia
invariable de la represión efectiva del aborto, sería que el
aborto tendería a hacerse cada vez más misterioso, más
reservado más empírico y, por consiguiente, más peligroso
para la mujer. La efectiva impunidad del delito hace que el
aborto se practique por manos expertas por parteras y aún por
los médicos. Si se castigare, y, sobre todo si se castigase
severamente, como lo establece la ley, las personas de cierta
cultura, que son aquellas que pueden practicar el aborto sin
peligro o con un mínimo de peligro para la mujer, se resistirían
a efectuarlo y el aborto caería entonces en manos de gente
inexperta, que ejecutará la operación sin observar las
precauciones que la ciencia aconseja". (Irureta Goyena,
1932 p.21)()
La aceptación de un
hecho consumado: la existencia y propagación del aborto en el
país, llevaba a dar un paso m ás, permitir a los médicos
su realización.
Un médico ilustre,
atrapado en la polémica
Las opiniones, los
informes y conferencias dictadas por el médico Augusto Turenne
fueron de capital importancia para el desarrollo del debate
sobre el aborto. Una lectura atenta de sus numerosas
publicaciones, muestra la evolución de su posición ante la
interrupción del embarazo. De la calificación de "aborto
criminal" en 1913 y 1916, pasa a la designación de
"aborto voluntario" en 1933 y a¤os después, sostendrá
que el módico "agnóstico" debe actuar sin sufrir
presiones, guiado por el criterio de salvar un valor biológico
presente antes que uno por devenir.
En una breve reseña de
sus publicaciones anotamos que en 1913, publica un articulo
sobre aborto criminal: "Provocación de un aborto
criminal" (Revista Medica Uruguaya). En 1916, su intervención
en el Congreso Médico Nacional es también sobre "aborto
criminal". Será allí donde aporte los primeros
datos estadísticos registrados sobre la interrupción de
embarazos ("Consideraciones sobre lo hecho en el Uruguay
contra el aborto criminal provocado"). En 1926, publica:
"El aborto criminal es un grave problema nacional".
En cambio, en 1933, en
vísperas de ser aprobado el nuevo Código Penal, publica:
"Realidades médico- sociales sobre el aborto voluntario
/subrayado nuestro/".
Como dijimos, Turenne
siempre mantuvo una definida militancia a favor de los m‚todos
anticonceptivos, y la educación sexual, pero no se encuentra
ninguna publicación en la que se pronuncie abiertamente a favor
del aborto. Si bien deja abierta esa posibilidad al decir:
"Ya hemos visto
que para la Iglesia católica ningún aborto est
justificado. ¨¿ Puede el médico agnóstico acatar esta ley
inexorable? La larga historia de la Medicina enseña que desde
remotos tiempos, los médicos se han negado a acatarla, por
considerar que cuando en sus manos est salvar una vida,
por razones de legitima defensa puede agredirse al causante de
la agresión, máxime que se trata de elegir entre un valor biológico
presente y actuante y un "devenir" posible o probable.
La indicación de orden médico es pues imperiosa e
ineludible." (Turenne, 1942, p. 31)
En 1935 integró la
Comisión de Eugenesia, como Inspector general de los Servicios
Obstétrico - ginecológicos del Ministerio de Salud Publica.
Esta Comisión fue creada para estudiar las causas de la extensión
del aborto voluntario y para determinar los medios de disminuir
su difusión. El propio Turenne dirá más tarde:
"Esta Comisión ha sido presentada en ciertos ambientes
como un organismo tenebroso en el que, al margen de la Ley, se
propiciaba el aborto como solución saludable y única de
ciertos problemas m‚dico sociales". (1942, p, 133) Es
evidente que el clima social se había enrarecido, obligando a
los protagonistas a tomar partido, situación no deseada por
ellos mismos.
Del orden de lo
privado
Sabemos que las
circunstancias "políticas" que rodearon esta discusión,
terminaron por involucrarlo o embanderarlo en la defensa del
"abolicionismo", o sus contemporáneos lo ubicaron -
en el acierto o en el error- en esa posición. También sabemos
que la discusión fue muy apasionada y que las opiniones se
dividieron en dos bandos, a favor y en contra de la ley. ¨¿Cuánto
de esa polémica incidió en la práctica profesional de este médico?¨
¿De qué forma su vida privada se vio afectada por ella? o, a
la inversa ¿Cuánto de su experiencia vital lo incitó a asumir
posiciones cada vez más liberales?
De acuerdo a la opinión
de Cesar Augusto y Hortensia, los hijos menores de Turenne,
"Perdió clientela por la discusión del aborto", además,
"Hubo cierta condena social".
En la larga conversación
mantenida con sus dos hijos, aparecen otros aspectos que
iluminan esta pol‚mica. El central, quizás es que la discusión
del aborto coincidió con una fractura de orden familiar, el
divorcio de sus padres. "El divorcio era muy mal
visto", la condena se hacía sentir, sobre todo en el medio
social en el que se movía la familia de Turenne. "Aunque
si no hubiera estado influido por eso hubiera sido igual, era un
temperamento combativo, contestatario", afirmaron los
hijos.
Esa actitud del padre
es destacada en forma reiterada. Como si la vivencia de la
familia hubiera sido la de mantenerse en jaque con el resto de
"la sociedad", definida por ellos como: "una
oligarquía bastante cerrada y muy apegada a los valores
espirituales, la cultura era uno de los requisitos esenciales
para darse con el gran mundo" No se buscaba el dinero como
se busca ahora. Por ejemplo a Taranco se lo miraba un poco a
distancia porque había hecho fortuna muy recientemente."
(Hortensia)
"En casa había un
ambiente distinto, mi padre era un revolucionario".
"En casa había una libertad bárbara. Papá hablaba
en la mesa y todas lo escuchábamos y como tenía esa erudición,
esa preparación..." (Hortensia)
"Era tremendamente
combativo, cuando se trenzaba en una discusión, en una polémica,
ya fuera política, religiosa, o lo que fuera. Era incisivo, irónico,
con una facilidad para herir en esa forma colateral (...era muy
fino)". (Cesar Augusto)
En esa excepcionalidad
pesaron los antecedentes familiares. El padre de Augusto Turenne
era masón y participó en la vida política del país, fue
diputado por el partido Colorado. Augusto se recibió de médico
en 1893. Viajó a Francia en 1894 donde se especializó en
ginecología. En 1897, se casó con una descendiente del
"patriciado" uruguayo, una Maciel. Tuvieron cinco
hijas mujeres y un varón: Elsa (1899), Sara (1900), Sofía
(1902), Yolanda (1905), Hortensia (1909) y Cesar Augusto (1913).
En 1911 se mudaron a la
casa que construyeron en la calle Paraguay, en pleno centro de
la ciudad, como se acostumbraba en la época. "Todo el
mundo vivía en el centro" porque, "Montevideo
terminaba en la calle Ejido".
De tres plantas,
"la sala estaba empapelada con seda y las molduras
terminadas en oro". Cuatro sirvientes y un chauffer atendían
a la familia. "Había mucama de arriba, mucama de abajo,
mucamo de comedor, cocinera y chauffer. Después de la primera
guerra mundial había muchos inmigrantes alemanes. En casa había
un mucamo que era médico!" relata Hortensia.
En el mismo año en que
inauguran la casa, viajan a Europa con las cinco hijas nacidas,
la más pequeña era Hortensia, acompañada con una niñera. El
viaje a Europa era muy importante para este sector social,
"daba lustre". Hortensia dice que eso ayudó a que el
prejuicio contra su padre no fuera tan fuerte, gracias al viaje,
se le disculparon algunas posiciones radicales.
Las primeras cuatro
hijas se educaron en el Colegio Alemán que no era religioso, y
eso "las quemó un poco" según Hortensia. "El
tenía obsesión contra los curas. Estaba contra la
Iglesia."
"En realidad era
una ‚poca que el liberalismo se sentía triunfador, habían
conseguido el control de los cementerios, la separación de la
iglesia del Estado, ley del divorcio consideraban que el
catolicismo estaba acorralado y eso los hacia magnánimos, y en
principio toleraban cosas". (Cesar Augusto)
Recordamos juntos el
desarrollo de la carrera de este médico y el prestigio que rodeó
su persona. La designación como Decano de la Facultad de
Medicina (1907-1909), la fundación de la Maternidad del
Hospital Pereira Rossell, incluso la iniciativa de formar el
Sindicato M‚dico del Uruguay. "En una‚ época en la que
la palabra sindicato era mala para el establishment, las huelgas
eran muy violentas". (Cesar Augusto)
El prestigio se acompañó
de una holgura económica que les permitió alternar con los
sectores m s altos de la sociedad. En 1919 la familia
comenzó a veranear en el barrio residencial de Carrasco.
Encargaron al arquitecto Vázquez Barriere la construcción de
un chalet de estilo normando, justo frente al gran Hotel Casino
que aún no estaba terminado.
Aunque el ambiente era
más "liberal", porque ya no se estilaban los carritos
y las zonas de baño exclusivas para mujeres, Hortensia recuerda
que una de sus hermanas tuvo la osadía de ir a la playa con un
traje de baño sin mangas y fue corregida inmediatamente.
Aseguran que los
veraneantes en su mayoría eran porteños, y el medio era muy
refinado, aunque bromean con una frase de la época, -"iban
a Europa baúles y volvían petaca".
El último viaje a
Europa con toda la familia, lo hicieron en 1925. Como estuvieron
casi un año, Cesar, con 12 años, llevó los libros para
preparar el examen de ingreso a la Universidad.
Al regreso, el
matrimonio se separa, aunque reci‚n se divorcian en 1933.
"Había todavía un catolicismo muy serio y muy
fuerte". "Yo creo que ese asunto del aborto coincidió
con el divorcio, y el repudio que él recibió... Mi padre
repudiado por el mundo católico - social, (porque tenía una
amante, con la que después se casó). Todo eso influyó para
que mi padre encarara este asunto de la lucha contra los que se
oponían a la despenalización del aborto, que eran en general
los católicos, y la "masa" poco preparada para una
cosa de esas". (César Augusto)
Los hermanos discrepan
en qué‚ fue lo que m s influyó en la posiciones
asumidas por el padre. Para Cesar hubo tres aspectos que
marcaron la década: "Entre el 30' y el 40' lo que dominó
el ambiente fue por un lado la cuestión política, por la
dictadura de Terra, él estuvo en contra a pesar de que era muy
amigo de Terra, en materia exterior el tema de los nazis, y en
el orden médico - religioso, el tema del aborto"
Esta síntesis de la década
realizada por el hijo menor de Turenne se completa con un juicio
que desliza al terminar la entrevista.
"Al final de la década
del 30' mi padre inicia la campaña esta y empieza la polémica
arduamente, viene el Código Irureta y elimina el castigo sobre
el aborto, pero eso no trasciende más que en los círculos
universitarios".
La escasa repercusión
de la medida legal es algo que se reitera en otros testimonios,
en particular en los de las parteras de ese período.
Las obstetras
consultadas, casi no recuerdan la discusión política, ni
siquiera mencionaron la medida del Código que despenalizaba el
aborto. Sin embargo uno de los argumentos recurrentes para
despenalizar el aborto fue el de sacarlo de las manos de las
parteras "inmorales".
Los testimonios y la
documentación revelan la orquestación de una campaña de
desprestigio contra las parteras para desplazarlas del sitial
central que ocupaban en la atención de los embarazos, partos y
abortos.
Se considera que la
transición de la fecundidad se inicia cuando la tasa bruta de
natalidad cae por debajo del 30 o/oo. Una tasa de 20 o/oo, o por
debajo de esa ratio expresa la culminación de esa transición.
Un decreto del Poder
Ejecutivo (1935), dejó en suspenso esta medida y el aborto fue
nuevamente penalizado en 1938 (con la Ley No. 9763). Se cerraba
as¡ un paréntesis de excepcional liberalidad frente al tema,
único para América Latina.
En la memoria colectiva
ha quedado la imagen de un enfrentamiento casi personal entre
los dos médicos, asignándole a cada uno estar a favor en
contra del aborto. Es cierto que Turenne integraba la Comisión
de Eugenesia creada en 1935 que decidió sobre peticiones de
aborto, y era un convencido difusor del control de natalidad.
Juicio que aparece en
la introducción de "El derecho a nacer y el niño
concebido como persona jurídica". Montevideo, 1936
Augusto Turenne. La
maternidad consciente. Procreación voluntaria en la mujer. Un
problema de obstetricia social. Conferencia pronunciada en el
Sindicato Médico del Uruguay. Julio de 1929, pp.27- 28.
Empleamos el término
"discurso" en el sentido de un conjunto de creencias,
conceptos e ideas que organizan nuestra relación con la
realidad.
"Eros, yo quiero
guiarte Padre ciego...
pido a tus manos
todopoderosas,
su cuerpo excelso
derramado en fuego
sobre mi cuerpo
desmayado en rosas"
Durante un corto
periodo, (1888-1906) los estudiantes de medicina debían
presentar una tesis para obtener el título de Doctor en
medicina.
El proyecto no llegó a
ser Ley, pero era costumbre en las familias burguesas pedir al
varón el certificado médico pre-nupcial.
La obra de Marañón
tuvo un enorme impacto en nuestro medio, lo veremos citado hasta
en artículos de difusión periodística. Su visita a Montevideo
en 1937, cuando ya había tomado partido por el bando
franquista, fue motivo de intensas polémicas.
Discuto este avance en
el marco de lo que Barrán a denominado "medicalizaci¢n de
la sociedad" y creciente poder médico. Los resultados de
sus investigaciones son insoslayables, por la contundencia de su
documentación y porque proporcionan múltiples pistas para
entender los porqués de esta precoz despenalización del
aborto, "originalidad" uruguaya.
"Delitos de
Aborto, Bigamia y abandono de niños y de otras personas
incapaces". Conferencias orales (versión taquigráfica)
(Montevideo, 1932, 21)