Ponencia
- Mariella Mazzotti
El presente
aporte se centra en reflexiones sobre la cuestión del aborto, que he
desarrollado a partir del contacto directo con mujeres y del análisis
de su cotidianeidad, de sus vivencias y experiencias en relación a su
afectividad, sexualidad y abortos.
A pesar de que no se puede denunciar
la dimensión cuantitativa de los abortos en Uruguay y del número de
muertes derivadas de la mala práctica, es un hecho de que las mujeres
uruguayas, de diferentes sectores sociales, barriales y profesionales,
conocen por experiencia propia o de amigas, vecinas o familiares el
impacto de esta problemática.
Desde mi punto de vista para
aproximarnos a la comprensión de esta situación necesitamos
preguntarnos: ¿por qué abortan las mujeres? ¿quiénes son las que
abortan? ¿en qué condiciones se encuentran? ¿qué sienten en relación
a la experiencia vivida?.
Sin duda que avanzar en respuestas a
estas preguntas obliga a realizar generalizaciones, cada persona
sintetiza de manera única los afectos y opiniones que rodean una
experiencia propia. Cuando se trata de conocer cómo es el mundo
interior, las vivencias, los sentimientos, la subjetividad de las
mujeres, siempre de alguna manera, se pierden matices.
Entonces lo que ponemos en común son
testimonios, que sí aparecen con mucha frecuencia más allá de las
particularidades que aquí no se expresan. Cuando una mujer decide la
interrupción de un embarazo, es porque ese embarazo no fue deseado y
llega en un momento que no es oportuno, la mujer realiza una evaluación
y concluye que ese embarazo no puede continuar.
Muchas veces, muchas mujeres quedan
embarazadas, no lo desean, no lo esperaban, no lo buscaron, pero hacen
esta evaluación; sienten, piensan y evalúan las posibilidades y
deciden continuarlo. Hay otras mujeres que por su situación personal o
de pareja o por el entorno familiar, los apoyos que van a tener, las
condiciones materiales en las que se encuentran, las condiciones de
salud, la situación laboral, el momento personal o profesional, sienten
que no pueden continuar con ese embarazo.
Ese proceso de decisión entonces, es
un proceso difícil para las mujeres. Un proceso que las confronta íntimamente
y que las obliga a pensar con honestidad su situación personal y sus
propios límites. Es un proceso que, de alguna forma, las coloca en una
suerte de transgresión del modelo de identidad internalizado: mujeres-
madres como esencia del ser.
Entonces estas mujeres en ese balance,
íntimo y personal, están cuestionando ese modelo internalizado y al
hacerlo se cuestionan a sí mismas. Es así que, en principio, la decisión
conflictúa. La mayoría de las mujeres que interrumpen embarazos no
reniegan del deseo de ser madres, ni de la gratificación de serlo.
Consideran que en ese momento y en esas circunstancias dadas, no pueden
asumir su maternidad, en realidad es una decisión de una profunda
responsabilidad social.
Si tomamos en cuenta además el marco
de secreto y clandestinidad que rodea la cuestión del aborto, podremos
entender que las mujeres deben asumir su decisión superando barreras
sociales y económicas que se agregan a su situación personal y que
aumentan los sentimientos de culpa y temor. Las mujeres deben decidir
casi en silencio, muchas no tienen con quien hablar, no saben a quien
pedir apoyo, a quien recurrir o les falta el dinero. El miedo a las
consecuencias negativas sobre su salud es alto y a pesar de ello muchas
veces asumen riesgos de vida evidentes. Basta con tomar en cuenta las últimas
muertes por aborto en nuestro país.
Es claro que el contexto descripto no
es el adecuado para definiciones personales de esta naturaleza, ni que
responde a un marco de respeto de los derechos sexuales y reproductivos.
Sin embargo, a pesar de los sentimientos de tristeza y pérdida de los
primeros momentos, la mayoría de las mujeres sienten que tomaron la
mejor decisión posible.Se trata de una decisión, de que a pesar del
corto lapso de que se dispone, se toma a conciencia y las mujeres la
sostienen con seguridad. Aquellas que abren dudas con respecto a lo
actuado se refieren a las presiones de la pareja o del entorno familiar.
La hipocresía y doble discurso social
es frecuentemente denunciado por las mujeres cuando hablan de sus
experiencias, sobre todo si pertenecen a sectores de escasos recursos.
Claramente señalan que el hecho de ser mujeres las enfrenta a
decisiones individuales que deberían ser respaldadas por políticas
sociales. La dimensión social y política de la maternidad es percibida
por las propias mujeres. Ellas sienten que por el hecho de su
maternidad, siempre son puestas en el lugar del incumplimiento social: o
por criar mal a sus hijos, o por tenerlos en situación de ilegitimidad,
o por ser adolescente o finalmente por inmterrumpir embarazos
inoportunos. Esta última decisión muchas veces basada en aquellas
causas por las que no eran "buenas madres".
La maternidad es más que un hito en
la vida personal, representa eminentemente un hecho social y cultural
directamente vinculado a la reproducción biológica y social. De esta
manera se requiere que el Estado asuma los procesos derivados de la
función maternal incorporándolos en las políticas de población y de
salud pública del país.
Los derechos de las mujeres a gozar de
salud y salud reproductiva han sido consagrados en diversos documentos
de las Naciones Unidas, sin embargo aún hoy hay países que no
reconocen que muchos problemas de salud reproductivos derivan de
sistemas insuficientes.
El aborto y el proceso de decisión
sobre la interrupción o no de un embarazo inoportuno, debería estar
incorporado a un modelo de atención integral a la salud. Un equipo técnico
"acompañante" apoyaría el proceso de decisión de cada
mujer, promoviendo un análisis global de sus vivencias, emociones,
condición de pareja y sus condiciones de vida. Las mujeres también
podrían evaluar con apoyos éticamente independientes, las opiniones y
presiones de sus más allegados cuidando su órbita de decisión.
Es así entonces, que el sistema de
salud debe avanzar en el reconocimiento de las situaciones de embarazos
inoportunos como problemas de salud pública y actuar de manera integral
trascendiendo los debates específicos. Las diversas posiciones con
respecto a la cuestión del aborto deberían deslindarse en el campo de
las decisiones privadas, sin afectar los derechos sexuales y
reproductivos de las mujeres.
Así la discusión entorno al aborto
puede ser desarrollada desde distintas perspectivas psicosociales,
antropológicas, sanitarias, y desde diversas posiciones éticas y políticas;
sin desmedro de garantizar la atención específica de los hechos de
salud. En este punto es posible afirmar que el consenso esperable está
determinado por la aceptación de los derechos sexuales y reproductivos
de las mujeres, habilitando la mayor amplitud en sus opciones para
permitir una decisión informada y viable.
Para ello es necesaria la revisión
del modelo de identidad socialmente asignado a las mujeres y centrado en
el desarrollo de su sexualidad en función de la reproducción. Asumir
que una mujer decide cada vez el hecho maternal y que un embarazo pueda
no ser aceptado, cuestiona las raíces mismas de este modelo y abre
caminos a la diversidad de identidades y opciones.
El modelo de atención a la salud
reproductiva no prevé esta variedad de opciones, entendemos que se
avanzará cuando se integre en un sistema los diversos hechos del ciclo
vital de mujeres y varones a partir de una concepción amplia de la
sexualidad humana como fuente de gratificación y comunicación.
La educación sexual, la anticoncepción,
la prevención de enfermedades de transmisión sexual, la atención del
embarazo, parto y puerperio, la menopausia, el cáncer genito-mamario y
el aborto deben estar incluídos en el sistema de salud.
La prevención de abortos y la
disminución de la mortalidad materna derivados de ellos se logrará con
este enfoque integral.
|