Desde 1990, en toda América Latina y el Caribe
las organizaciones de mujeres estamos llevando adelante una campaña
para cambiar las injustas y peligrosas condiciones en las que se
producen la gran mayoría de los abortos. Su practica clandestina e
insegura ha producido la muerte y atentando contra la salud de miles de
mujeres de todas las edades, de todas las etnias, de todas las
religiones, de todas las clases sociales afectando, de manera más
implacable, a las más pobres y a las más jóvenes.
Las leyes punitivas que en cada país
convierten al aborto en una intervención de riesgo ha sido y continua
siendo un atentado a los derechos humanos de las mujeres, un ataque
contra sus cuerpos, una falta de respeto a la autonomía y a la
capacidad de decidir responsablemente, un enorme obstáculo para el
ejercicio pleno de la ciudadanía.
La integridad corporal, la igualdad, la
individualidad y la diversidad, son componentes éticos de los derechos
humanos que no deberían ser violentados por razón alguna. No hay razón
suficiente que justifique la violencia. Hoy más, que nunca, estamos
convencidas de ello.
En la actual situación de inseguridad mundial,
para los poderes en conflicto, la vida de las personas no es un bien a
salvaguardar y cada uno de los componentes escenciales del ser humano
está en juego. La libertad, la dignidad, la integridad corporal, el
respeto a la diversidad de formas de pensar, de culturas, de ideas, de
posiciones políticas, se desvanecen frente a la lógica de la guerra.
Quienes desde hace muchos años trabajamos por construir un mundo más
justo y equitativo sentimos la imperiosa necesidad de reforzar nuestra
tarea cotidiana. Porque es también desde cada uno de estos espacios
donde podemos cambiar esta injusta y terrible realidad. Sabemos que no
estamos donde se toman las grandes decisiones, sabemos que nuestra tarea
puede resultar hasta absurda en estas condiciones, pero también sabemos
que no será con bombas, ni con atentados, ni con más crimenes, que se
revertirá la situación.
Los derechos humanos son universales,
indivisibles e interdependientes, inherentes a todos los seres humanos
independiente de la nacionalidad, sexo, raza, etnia, creencias, opciones
de vida o estatus social. Y debemos defenderlos y garantizar su
ejercicio desde todos los espacios en los que estamos.
Durante dos años el principal hospital público
gineco-obstétrico y pediátrico del país, el hospital Pereira Rossel,
no había tenido una sola muerte materna. En lo que va de este año,
cuatro mujeres jóvenes perdieron la vida por abortos realizados en pésimas
condiciones.
En América Latina y el Caribe CADA DÍA,
MUEREN 16 MUJERES Y ADOLESCENTES por complicaciones de abortos
practicados en condiciones de riesgo. (FNUAP; 1997)
Esto es grave. Denunciar la situación,
reconocer la dimensión del problema, sumar esfuerzos y alcanzar
soluciones es también un aporte para la construcción del mundo que
todos y todas queremos.
MYSU, Mujer y Salud en el Uruguay-